Aneto: Del Infierno, al Cielo y vuelta a la Tierra.

"No me tienes que contar solo los momentos felices, amables y fáciles de tu vida. No quiero saber de tus riquezas o posesiones. Háblame de las dificultades que encontraste, háblame de los desafíos a los que te enfrentaste con valor, háblame de las batallas en las que peleaste, háblame del miedo, del sufrimiento y del dolor. Entonces te conoceré". Gerardo Bielsa

Disfrutar del miedo es la única forma de poder llegar a valorar algo tan vital y necesario como es la felicidad. Es el temor el que nos hace mantenernos en alerta, el que nos hace valorar a cada instante que pasa ese "algo" que amamos y que nos hace sentirnos vivo. Que el fracaso al intentar algo sea una opción es lo que hace que para mí el éxito tenga un gran valor, sea lo que sea eso que anhelamos. Tengo que reconocer que con cada experiencia acumulada, la cantidad de miedo percibido se reduce y como siempre intento provocarlo en su justa medida, cada experiencia puede tener un grado mayor de dificultad o en su defecto, menor grado de albedrío y mayor de destino. El miedo no lo podemos eliminarlo por completo porque perderíamos la capacidad de experimentar esa sensación de incertidumbre que nos mantiene vivos, pero tampoco podemos dejar que nos domine, que nos gobierne, porque entonces sí que verdaderamente estaríamos muertos.




El Aneto es el pico más elevado de los Pirineos, con una altitud de 3.404 metros sobre el nivel del mar. Se encuentra situado en el Parque Natural Posets-Maladeta, en el municipio de Benasque, y en sus laderas, residen los mayores glaciares de los Pirineos y los últimos del Sur de Europa. En los meses de verano, hay días que ascienden cien personas, sobre todo desde la vertiente norte, concretamente desde el Refugio la Renclusa por su accesibilidad. Pero también dicen las estadísticas que en estos meses son rescatados en helicóptero una persona de media por día. Como se puede comprobar, la subida ha este pico no tiene ninguna dificultad técnica pero no por ello hay que menospreciarla, ya sea por su altitud, o porque el ser humano no domina en ella.


Había llegado ya entrada la noche al refugio libre de Les Riberetes (Vallibierna), sólo había dos personas durmiendo en la tarima de arriba. Sin hacer ruido, cena y a dormir en la de abajo. Por la mañana temprano recogí mi saco y me dirigí hacia la Tuca de las Culebras y el Pico Vallibierna, una doble cumbre de tres miles conocida por el paso que las une, el del "caballo", una arista horizontal, sólida y afilada, impresionante pero fácil de pasar. Antes de cruzar un río, escondí la tienda, el saco y neceseres de cocina, pues la ruta era circular y volvería hasta ese punto. Más o menos estaba de vuelta sobre la una del medio día, había realizado una ruta de unos 20 kilómetros en el tiempo que tenía previsto. Por entonces, el cielo había dado un gran cambio y se estaba cubriendo de nubes negras, me apresure por recoger las cosas que tenia escondida y subir sin detenerme al Ibonet de Corones, unos 300 metros más arriba, por otro barranco, justo cuando empezaba a llover.  Se me había olvidado coger el impermeable de la mochila, me preocupaba la cámara de fotos, así que la metí en la funda del saco de dormir. En el momento de montar la tienda empezó a granizar, tuve una sensación extraña de no saber porqué estaba ocurriendo eso, en ese momento pensé, que para disfrutar de una buena noche, tendría que pasar la tormenta. Terminé de montar la tienda, estaba todo empapado, tenía frío, el interior de la tienda se mantuvo seco, me desnude y dentro del saco entré en calor. De vez en cuando me asomaba para ver si la tormenta se había marchado, pero llegó la noche y la tormenta no me abandonó.


La mañana amaneció con mucha niebla y lloviznando, pensé ¿Así se puede subir al Aneto?. Ese es el mayor de los problemas de ir sólo, no tienes compañía, no tienes con quien compartir las dudas, a quien preguntarle o a quien responsabilizar de una decisión. Las dudas desaparecen en el justo momento que tomo rumbo a lo desconocido, buscando esa sonrisa en mi cara que nunca consigo ver pero que sé que existe en ese instante. Empiezo a ascender una ladera pedregosa con fuerte desnivel. Aparece en primer lugar el Ibón Baixo de Corones, sigo el camino que me marca algunos mojones de piedra y alcanzo la cubeta superior, donde están los ibones Altos de Corones o Ibons de Corones. El circo de Corones se alza en toda su magnitud, o eso imagino, porque mi vista alcanza pocos metros. Continuo por los restos del último pequeño helero de Corones, el único del macizo orientado al Sur. En ese momento tengo que calzarme los crampones, pues las marcas me llevan hasta una empinada pala de hielo que termina en rocas, vuelvo a imaginar que se trata del Collado de Coronas, y comienzo a trepar por ellas. Cuando consigo asomarme a la otra vertiente, el viento es terrible, el paso por el Glaciar del Aneto, aunque bastante vertical, no requiere de mucho esfuerzo, ya que la huella en la nieve está muy bien marcada por el paso de los que suben desde el Norte por la Renclusa.


La ascensión se estaba convirtiendo en un infierno, pero lo que más rabia me daba era no poder disfrutar del entorno que me rodeaba. Sin saber muy bien cuanto me queda, no dejo de avanzar con buen ritmo y consigo llegar a la antesima del Aneto, por fin puedo ver ya la cima pero aún no puedo pisarla, me encuentro delante del esperado "paso de mahoma". Este paso es un tramo horizontal de apenas 40 metros pero con una pronunciada caída a ambos lados, se encontraba congelado y el viento golpeaba con fuerzas. Había 3 personas sentadas, intercambiamos saludos, les pregunté pero no se atrevían a pasar, habían subido por la otra vertiente. Sin dudar y sin vacilar atravesé el "paso de mahoma", aun con las inclemencias del tiempo, me pareció bastante fácil de superar. Estaba en el cielo, la cámara no funcionaba bien, me quité los guantes, no conseguía hacer un vídeo, con mucha suerte pude acoplarla en dos rocas y sin que el viento me tirara la cámara sacarme una fotografía para mi recuerdo. Los guantes estaban empapados, las manos se me quedaron heladas, no me detuve mucho tiempo en la cima, le di las gracias, nos abrazamos y nos despedimos hasta la próxima, todo muy natural. Cuando soy capaz de percibir todas esas sensaciones que me produce ese momento en el que tú y yo somos uno, es cuando tengo que luchar contra mi razón, es cuando esa emoción se convierte en realidad, es cuando no distingo, pero tengo que luchar por volver y no quedarme.


Y por fin volví a la tierra... Anda, corre, salta, trepa y deja de preocuparte por las cosas que están sucediendo y no podemos controlar. Lo que si puedes controlar es lo que pasa por tu cabeza en cada momento, el sentido que le veas a las cosas y como afrontes lo que vaya llegando. Nuestro cerebro está diseñado para sobrevivir, como dijo Ramón Núñez Centella "estamos programados para vivir felices", así que no te preocupes por las cosas que no puedas controlar, controla tu forma de pensar y de vivir. De esta manera habrá una energía positiva entre lo que pienses y lo que vendrá; ya que si dedicamos buena parte de nuestra vida a pensar de una forma positiva, las nubes desaparecerán, la niebla se esfumara y sólo quedará ese cielo azul y soleado, ese verde lleno de vida y esos sueños cumplidos de hombres y mujeres.

Comentarios

  1. Solo puedo decir..gracias Paco !!!...

    ResponderEliminar
  2. Solo los grandes pueden hacer esta hazaña , el paso de mahoma es muy peligroso y en estas condiciones ..... impresionante

    ResponderEliminar

Publicar un comentario