Annapurna: El primer Ochomil, la primera épica.

Hoy se cumple el 62 aniversario de la primera ascensión de la montaña más letal del Himalaya, el Annapurna. El 3 de junio de 1950, los franceses Maurice Herzog y Louis Lachenal lograron la cima en un dramático ascenso y descenso.

Fue necesario más de medio siglo. Exactamente 55 años. Los que se extendieron entre 1895, fecha en la que Albert Mummery, un montañero inglés adelantado a su tiempo, desapareció en las faldas del Nanga Parbat y el 3 de junio de 1950, fecha en la que los franceses Maurice Herzog y Louis Lachenal, lograron su triunfo inolvidable: que el hombre lograra por primera vez en la historia pisar la cima de un ochomil, las montañas más altas de la Tierra. Por medio un buen número de expediciones, entre las que sin duda destaca la trágica expedición británica de 1924, en la que, camino de la cumbre del Everest, desaparecieron George Mallory y Andrew Irvine. Algunos piensan que antes de morir, subieron al techo del mundo, pero hasta que esto no sea demostrado, la pareja de franceses están considerados los primeros en hacerlo.

La conquista del primer ochomil se convirtió de inmediato en una de las épicas más conocidas de la historia de la exploración moderna. La protagonizó el más poderoso grupo de alpinistas de los años 50. Miembros de una expedición nacional francesa, participaron en la misma los mencionados Herzog y Lachenal, junto con Lionel Terray, Jean Couzy, Marcel Schatz, Marcel Ichac y Jacques Oudot. El éxito de aquellos hombres fue una poderosa inyección de moral para el maltrecho orgullo de Francia, en una época que se caracterizó por la profunda depresión en la que se sumieron las naciones europeas al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Pocos años después, los británicos hicieron lo mismo en el Everest y los alemanes en el Nanga Parbat. La escalada fue un modelo de efectividad. Después de intentar el Dhaulagiri, otro ochomil cercano al Annapurna, que aquellos expertos franceses consideraron imposible. "Con estas montañas de por aquí, parece que la cosa no es tan fácil. No hay muchas posibilidades para subir, lo mires por donde lo mires", escribiría más tarde Maurice Herzog, que era el director de la expedición. Exploraron entonces el camino hacia la Diosa de la Abundancia, nombre local de la segunda montaña. Un primer reconocimiento les aconsejó intentar la arista oeste, pero sus dificultades les hicieron concentrarse en la cara norte, mucho más peligrosa por el peligro continuo que suponían los aludes, pero más asequible. Con el tiempo y algunas variantes en sus partes más expuestas a las caídas de bloques de hielo, se ha convertido en la ruta normal de la montaña. Por ella disputaron el último capítulo de su lucha por convertirse en la primera mujer sobre los 14 ochomiles, la española Edurne Pasaban y la coreana Oh Eun-Sun.

En mi memoria se guardan dos recuerdos malditos de esta montaña. La primera fué la muerte ya conocida y recordada en otro post del gran Iñaki Ochoa de Olza, falleció el 23 de mayo de 2008, durante la ascensión al Annapurna, donde sufrió daños cerebrales y un edema pulmonar que le provocaron una pérdida del conocimiento y, finalmente, la muerte. Su cuerpo se encuentra en dicha montaña a 7.400 metros de altura por expreso deseo de su familia tras su fallecimiento. El segundo recuerdo es el de Tolo Calafat que en un estado de agotamiento extremo tras hacer cumbre no pudo seguir con el camino hacia el campo base cuatro, donde sí llegaron Juanito Oiarzabal y Carlos Pauner, quedándose solo, a la intemperie, a unos 7.500 metros de altitud, a la espera del sherpa, de nombre Dawa, el cual portaba un saco, corticoides, agua y algo de comida, que no pudo dar con él por la llegada de la noche. DEP.

Más de 60 alpinistas han muerto en esta montaña y sólo 119 han logrado su cima.

Herzog y Lachenal eran los elegidos para atacar la cumbre, de esta forma se encontraron durmiendo en el Campamento 5 el dos de junio. En realidad, a pesar de los somníferos que tomaban siempre que estaban en altitud, no pudieron dormir porque temían verse arrastrados por el viento, o asfixiados por el peso de la nieve que caía sobre su pequeña tienda–ataúd
Además de aspirinas y somníferos, en altura también tomaban otros medicamentos que el médico Oudot les daba. Así tambien subió Hermann Buhl en el Nanga Parbat en 1953, pues, entonces, las anfetaminas no tenían ninguna consideración nociva. Eran otros tiempos, otra situación, otros valores que sería un error juzgar con los parámetros y los conocimientos actuales.
Así, el 3 de junio Lachenal y Herzog se dirigen a la cumbre. Biscante siente que se está congelando y Herzog en algún momento también es consciente, pero él está cumpliendo su meta, siente que se ha encarnado en él la responsabilidad de la conquista. "Subimos para bajar con la cumbre. Todo o nada".
Pero Lachenal no era de esa opinión. Es un guía de montaña que sabe que el éxito reside en sobrevivir y en poder seguir escalando montañas, su profesión, lo único que sabía hacer bien. Como Hillary le dijo a Tenzing en el 53, Lachenal le confió a Herzog: "Temo congelarme, como Lambert". La historia del magnífico y bien conocido alpinista suizo inducía a escarmentar en cabeza ajena.
- Si me doy la vuelta, ¿qué harás tú?, preguntó Lachenal.
- Seguiré solo.
Su "entonces voy contigo", no fue la respuesta de un indeciso; sino la de quien sabía que tenían que bajar, pero que jamás abandonaría a un compañero de cordada. Quizá fuera su actitud de guía, o sencillamente la de un compañero.
Ya lo habían hablado todo. Cada uno en su mundo, siguieron avanzando lentamente, aunque Herzog, como cuenta en su libro, no sintiera el cansancio como si estuviera en una especie de éxtasis de las alturas. Con monosílabos y gestos acordaban el camino a seguir hasta la cumbre. Para Herzog, Lachenal, con esa decisión, se había convertido en su hermano.
La Foca, cámara de filmar, había quedado congelada en el C5, pero Herzog llevaba la de fotos. En la cumbre, o poco antes del filo de la arista como parece obligado precisar, Lachenal le tomó un par de imágenes que muestran al Herzog victorioso. Herzog disparó a Lachenal, pero tuvo la mala suerte de que la imagen salió desenfocada y no se pudo publicar, así fue como la gente empezó a olvidarse de Lachenal.
A continuación, el descenso. Cada uno por su cuenta llegaron al C5 donde habían llegado con otra tienda Terray y Rebuffat. Herzog había perdido los guantes y bajaba con severas congelaciones en las manos y, al igual que Lachenal, también en los pies.
Al día siguiente, 4 de junio continuaron bajando en medio de la niebla para tener que vivaquear dentro de una grieta en la que cayó casualmente Lachenal. Y, por la mañana, un alud se coló dentro de la tienda. Pero pudieron salir y continuar en dirección al C4 para darse cuenta que estaba a 200 metros. Schatz salió en su ayuda. En esos momentos, Lachenal y Herzog estaban lisiados y agotados. Rebuffat y Terray, ciegos porque el día anterior se habían quitado las gafas para dirigir a sus amigos entre la niebla.

En total fueron diez jornadas empleadas para hacer cumbre. El precio que pagaron fue demasiado alto. La cordada que piso lo más alto sufrió severas congelaciones que les hicieron perder a Herzog y Lachenal la mayor parte de los dedos de pies y manos. La cordada de apoyo, formada por Lionel Terray y Gaston Rebuffat, logró rescatarles, descendiendo con ellos, prácticamente inválidos, hasta la relativa seguridad de los campos inferiores. Pero sufrieron lo suyo en un descenso infernal en mitad de una feroz tormenta. El relato de la memorable ascensión y el posterior regreso a la civilización durante un interminable mes a través de las selvas e inhóspitos territorios del oriente de Nepal, fue recogido en Annapurna, primer ochomil, escrito por el jefe de aquella expedición, Maurice Herzog. Con más de quince millones de copias vendidas es uno de los libros claves en la historia de la literatura alpina. De regreso a su país, fueron recibidos como héroes. Con el tiempo Maurice Herzog se convirtió en Ministro de Deportes y miembro del Comité Olímpico Internacional. Su escalada logró un impacto universal solo superado tres años más tarde, cuando Edmund Hillary y el sherpa Norgay Tenzing lograron la cima del Everest. Sin embargo, algunos cuestionaron el ascenso, señalando que la única foto de la hipotética cumbre no demuestra que, efectivamente, fuese tomada en el punto más elevado de la montaña.

El primer ochomil subido por el hombre ha sido a lo largo de sus sesenta años de historia, un auténtico banco de pruebas del Himalay. Muchas de sus escaladas han abierto una nueva etapa en la exploración y conquista de las montañas más altas de la Tierra. En la salvaje pared sur y veinte años después de aquella primera ascensión, se abrió la primera escalada de dificultad en un ochomil. Lo hizo la expedición británica de Sir Chris Bonington, quien puso en la cima el 27 de mayo de 1970 a Don Whillans y Dougal Haston. También fue el primer ochomil escalado en invierno por los polacos Jerzy Kukuczka y Artur Hajzer, en febrero de 1970. Con el Annapurna Este, cima de 8.026 metros, Jordi Pons, Josep Manuel Anglada y Emili Civis, lograron en 1974 el primer ochomil español.
Maurice Herzog en 1950 haciendo cumbre en el Annapurna.


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