Pico Col Rosa: Ferrata Etore Bovero

Decía Maurice Herzog que no es más quién más alto llega, sino aquel que, influenciado por la belleza que le envuelve, más intensamente siente lo que vive. Estas percepciones se sienten, a menudo y por un grupo reducido de personas, en las montañas, personas que como Herzog, han vivido la montaña de tal manera que han llegando a quererla por lo que le han dado a sus vidas. El escritor Carl Honoré, uno de los principales teóricos de la Filosofía Slow, conocido por su libro “Elogio de la lentitud”, sostiene que la hiperactividad actual nos lleva a dedicar nuestras energías a otras metas que nos hacen olvidar qué cosas son realmente importantes para cada uno de nosotros. Sufrimos la enfermedad del tiempo, creyendo que todo se debe hacer rápido, olvidándonos que las cosas que hacemos en la vida hay que vivirlas con intensidad.


En mi viaje por Italia, a veces pensaba que la montaña no estaba siendo justa conmigo, siendo consciente de que carece de sentimientos, compuesta por roca y hielo, era yo el que acudía a ella para limpiar mi alma con el silencio que me ofrece sus cumbres. Cada decisión que tomábamos era errónea, la mayoría de las veces nos teníamos que dar la vuelta porque no podíamos continuar por la climatología o el estado de los senderos a causa del espesor de nieve. Una de las veces que me quedé en solitario, mi voluntad por continuar estuvo por encima de las adversidades. La cima del Col Rosa se encuentra entre las Cordilleras de Tofana y Pomagagnon, al Norte de la población de Cortina D'Ampezzo. Para llegar a su cumbre hay que superar una respetada ferrata, la Etore Bovero, siendo bastante aérea, sin peldaños auxiliares, con puntos expuestos, y con el único apoyo de un cable de acero unido a la roca conocido como cable de "vida".


La ruta la comencé desde el parking del Camping Olympia, en dirección a la puerta de acceso al Camping,  pero tomaremos la pista de la izquierda siguiendo las indicaciones del sendero 417. Avanzaremos hasta encontrarnos una bifurcación de senderos, en la que giraremos a la izquierda para seguir subiendo por el sendero 408 que nos llevará hasta el collado de Posporcora. En este punto podemos continuar resto para seguir rodeando la montaña y volver a la pista del principio o desviarnos hacia la derecha y comenzar la aproximación hasta la ferrata Etore Bovero.


Una vez en solitario, un camino bastante empinado me conduce a los pies del inicio de la ferrata Etore Bovero, me encuentro en el lado Sur de la Cordillera Col Rosa. Tengo la sensación de estar subiendo a una roca excepcional y con una vista única de Tofana, Cristallo, Sorapis y el Valle de Cortina. La ferrata no comienza de inmediato, de hecho, todavía queda mucho camino por recorrer. Este camino de aproximación, a veces, es un poco expuesto, sin protección y empinado. Las condiciones que ha dejado las nevadas de los días anteriores, hacen que el sendero se pierda y me dificulte la orientación, ya sin marcas en el camino, la única señal es una gran pared unos cientos de metros más arriba.


Una vez en el inicio de la Ferrata, el trazado es evidente y la ruta es básicamente recta por pequeñas placas. La vía avanzará de forma suave pero nos obligará a buscar agarres para pies y manos en todo momento. Eso sí, permitiéndonos descansar en multitud de repisas. Superaremos otro corto tramo escalando por una estrecha grieta que nos conducirá bajo un flaqueo a la izquierda. El camino continuará subiendo junto a una gran fisura, situada a nuestra derecha, hasta llegar a una gran repisa llena de nieve.


Las condiciones que me encontré hizo bastante más difícil el avance. Sin material para asegurarme al cable, la concentración en cada paso tenia que ser absoluta. Una vez atravesada la zona más expuesta, se llega a una zona plana no muy por debajo del bloque principal de la cumbre, imagino que en otras épocas del año, debería de ser un lugar verde, agradable para descansar y disfrutar de las vistas, pero como se puede apreciar en la imagen de abajo, la capa de nieve era considerable.


Atravesando el área plana, hay que continuar por un sendero hasta la ultima parte de placas, el camino se hizo muy pesado, donde se supone que era un sendero entre arboles, no había arboles ni sendero. A lo lejos se veía la pared por donde continuar, pero entre el inicio y el lugar donde me encontraba había 200 metros de un manto blanco insufribles. Una vez en la pared, un conjunto de clavijas, te ayudan a superar una escalada relativamente corta, y sin prevenirlo te encuentras en la cumbre. Una cumbre con muchas cavidades llena de nieve, que se suponen que son cuevas de la Primera Guerra Mundial a las que yo no pude acceder pero que daba miedo caerse en ellas.


En la cumbre hay una cruz y hermosas vistas al grupo Tofane, al pueblo de Cortina D'Ampezzo y a las cordilleras Sorapis y Pomagnon a través del valle hacia el este y sureste. Un paisaje realmente impresionante y el esfuerzo, como siempre, es pasajero, pero la cumbre es para siempre. Como dijo Zaratrusta: "Soy un caminante y un escalador de montañas, dijo a su corazón. No me agradan las llanuras en donde no puedo permanecer tranquilo, por ello mi destino será siempre un viaje y una ascensión…"


La última parte de la subida hacia presagiar como sería gran parte en el descenso. El manto blanco continuaba por la cara norte, aun más si cabe, los arboles enterrados en nieve servían a veces para progresar y otras para hacerte daño entre sus ramas. Tuve que llamar por teléfono para que mi compañera se pusiera en algún lugar visible a lo lejos para poder orientarme sobre el camino a seguir, ya que el error significaba retroceder los pasos andados, y eso, era más doloroso que la bajada. A veces me la jugaba lanzándome por grandes palas de nieve hasta que pude llegar a una zona donde el espesor de la nieve era menor y el sendero volvía a relucir en el camino.


Una vez por debajo de los 1.600 metros y en compañía todo era más plácido, el sendero estaba bien señalizado con el número 447, serpenteando a través de árboles de alerce, luego dobla hacia el este y gira de nuevo hacia la ruta 417, que nos lleva de vuelta al punto de partida. Un lugar para volver, la Reina de los Dolomitas, así es llamada Cortina d'Ampezzo, situada en el corazón de los Dolomitas, en una amplia cuenca rodeada por altas montañas. El encanto del paisaje y de las numerosas actividades deportivas que ofrece, hacen de Cortina una meta de excelencia para los amantes de las montañas.

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