El Deporte: autoestima para la vida

Si pudiera elegir qué dejar en herencia a mi hijo, esto sería sin duda la autoestima. Recuerdo a niños en el colegio que parecían tomar el mundo por los cuernos, con energía, seguros, amigables y se recuperaban de cualquier contratiempo con rapidez. Pero también recuerdo niños que transmitían cansancio, derrotados, como si carecieran de carisma, dudaban al tomar decisiones constantemente, indecisos, con miedo a equivocarse. Rosenberg en 1965 dijo que la autoestima se determina como una disposición que posee una persona y que representa su juicio sobre su propio valor. Coopersmith en 1967, la definía como un conjunto de cualidades que un individuo observa dentro de sí mismo. De cualquier forma, la autoestima aparece cuando una persona comienza a apreciar y valorar mucho sus cualidades o rasgos. Es el resultado de una evaluación hacia el yo más íntimo; es el nivel de fe en los propios valores, el poder de creer en las propias ideas y pensamientos, así como la profundidad de la confianza en las propias acciones. La autoestima no es inherente ni heredada, sino que se establece y cambia a lo largo de la vida bajo la influencia de las relaciones con los demás, especialmente con los padres o más allegadosRosenberg habló de la autoestima como un factor muy importante en nuestras vidas: "La autoestima nos dirige y activa en una amplia gama de actividades. Determina significativamente nuestros valores, nuestros recuerdos y procesos de memoria, nuestra interpretación de los eventos, nuestros estándares de evaluación y puntos de referencia, nuestras metas, nuestra elección de amigos, cónyuge, grupos, organizaciones, profesiones y nuestro entorno en general. Hay pocos factores tan influyentes y penetrantes en la vida como la autoestima".

Personalmente, le debo mucho a una autoestima, alta, tuve que pasar de niño a adulto demasiado rápido, seria un hombre roto si no me hubiera acompañado. He podido comprobar desde niño que he manejado mejor el fracaso cuando más alta era la autoestima y he tenido una gran sensación de satisfacción en la vida. He asumido riesgos con más valentía, no me he impuesto exigencias demasiado altas y sobre todo me he valorado mucho a mí mismo. Tener una alta autoestima me ha dado un sentido del honor y la dignidad en relación con migo mismo, las propias elecciones y la propia vida. He tenido el coraje de defenderme a mí mismo cuando he sido tratado por debajo del nivel que creo que me merezco. Me he enfrentado mejor al fracaso, a las malas decisiones y no recuerdo haber padecido nunca ansiedad o depresión, ya sea colgado en una pared o desarrollando algo "para ayer". Cuando pienso en aquellos niños, veo a unos padres con la necesidad de corregirlos constantemente, no sobrecargarlos con tareas o evitar que sientan frustración por algo y sobre todo rodear los de consumismo. Siempre con el objetivo de hacer que sus hijos se sientan mejor, aunque no de la mejor forma. Así, en realidad los niños aprendían que no podían resolver sus propios problemas ni afrontar las dificultades. Al evitar sentimientos como el fracaso y la necesidad de perseverar y lograr el dominio, hizo más difícil que los niños se sintieran competentes y capaces. Ahora, esos niños son adultos y hay palabras como el esfuerzo que no entran en sus valores.

Las personas exitosas que he conocido han poseído una gran autoestima. Buscando estudios sobre una autoestima alta he llegado a reafirmar mi opinión sobre esta, y es que las personas con alta autoestima tienen una mejor salud física y mental. Son más resistentes al estrés, más seguras y no huyen de los conflictos, están dispuestas a defenderse, pero también a recibir una crítica. Una autoestima más alta caracteriza a las personas que son: menos propensas a la depresión, más contentas que la mayoría, siempre se esfuerzan por lograr sus metas, ven los cambios como desafíos y abrazar las nuevas experiencias, por lo que a veces se utilizan metas desafiantes y exigentes para sí mismos. Estas personas son ambiciosas y aspiran a un autodesarrollo constante, tanto en el campo emocional, intelectual y creativo como en el social y espiritual. El sentimiento de la propia autoestima en la madurez también se basa en el respeto a los demás. Las personas con alta autoestima no perciben a los demás como amenazas, ni piensan con anticipación que serán rechazados, humillados, engañados o traicionados por otros porque son conscientes de sí mismos y de sus cualidades. Por lo tanto, tratan a los demás con respeto, justicia y buenas intenciones.

Después de leer y vivir las cualidades de una autoestima alta, qué padre no quisiera que su hijo comenzara a trabajarla desde pequeño. El camino no es fácil. Los niños necesitan fracasar y sentirse decepcionados, frustrados, preocupados y enojados para que puedan aprender a lidiar con esos sentimientos y experiencias inevitables de la vida cuando son pequeños y aún se encuentra en la seguridad de una familia unida y amorosa. Deben de estar sujetos a ciertos estándares de realidad, tener expectativas que se esfuercen por cumplir y ser responsables de su comportamiento. Para bien o para mal, mi hijo no sólo estará influenciado por mí, sino por más personas, algunas muy distintas, y eso me preocupa, su aprendizaje no es exclusividad mía. Por suerte, aquí es donde entra en escena el deporte, un gran aliado para este aprendizaje. La mejora del desarrollo físico y mental de los niños es sin duda la contribución más importante del deporte, pero la lista de valores que se pueden aprender y adquirir a través del deporte es infinita, lo que revela la verdadera belleza del deporte. Cuando fui andando por primera vez desde Algarrobo pueblo, al campo de fútbol de La Vega, lloviendo, no sabía que esa experiencia me serviría para toda la vida. Cuando sacaba mi bicicleta todos los días, sin falta, para entrenar, no era consciente de lo que repercutiría en mi carácter más adelante. Los nuevos amigos que hice en el campo o la carretera y la energía positiva que nos inspiró y motivó, siguen recordándome los buenos momentos que tuve. Aunque ya no lo practique, y no tenga contacto con ellos, sigo recordando esos buenos momentos con una gran sonrisa.

Pienso, por experiencia propia, que la forma de conseguir que un niño ame el deporte es dejando que se acostumbre a los deportes, lo acepte y le guste para que pueda convertirse en parte de su vida cotidiana. Siempre que participe en actividades deportivas, está en el lado del mundo que intenta ser lo mejor posible. Todos sus sentidos, el aparato locomotor y las capacidades intelectuales están comprometidos por un mismo fin. Al practicar deportes, no solo se fortalecerá físicamente sino también mentalmente. Poco a poco aprenderá a superar los obstáculos y desafíos que se le presenten. ¿No es eso lo que todos necesitamos?. Pero lo mejor de todo, es que llegarán a la edad adulta con un conjunto auténtico de características y valores adquiridos de forma saludable. Cuando practican deporte, los niños aprenden a perder. Ser un buen perdedor requiere madurez y práctica. Perder les enseña a los niños a recuperarse de la decepción, a sobrellevar experiencias desagradables y es una parte importante para volverse resilientes. Las investigaciones muestran que existe un vínculo entre la práctica de deportes y la autoestima en los niños. El apoyo del equipo, una palabra amable de un entrenador, un espectador o lograr su mejor nivel personal ayudarán a los niños a sentirse mejor consigo mismos. Si eres padre o madre y estás leyendo esto y no lo sientes así, te pido por favor que ayude a su hijo a convertir el deporte en parte de su vida, a desarrollar una actitud deportiva positiva elogiando los esfuerzos del equipo o de otros niños, incluso si no ganan. Explíquele a su hijo lo importante que es hacer todo lo posible, ser generoso con los demás. Asegúrese de que sus comentarios al margen sean positivos y no critique a los niños que cometan errores. Nunca abuse de un equipo, compañero, u otro padre. Conviértelo en una experiencia positiva para él y todo lo demás vendrá solo.

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