Accidente en Sierra Nevada: Actitud frente a la vida

Siempre le estamos pidiendo a la vida, pedimos más suerte, más dinero, más bienestar, más salud, más éxito, menos problemas, más atención, que nos escuchen, que nos respeten, que nos promocionen en la empresa, que nos paguen más dinero, y así sin cansarnos de pedir y pedir. Seguimos pidiendo, casi inconscientemente como si tuviéramos el derecho de pedir todo lo que creemos que necesitamos. Sin embargo, nunca nos hemos hecho la pregunta a la inversa: ¿Qué nos pide la vida a nosotros?. Pienso que lo que espera de nosotros es que asumamos nuestra responsabilidad para responder adecuadamente ante las circunstancias que nos pone la vida a cada momento. ¿Estamos a la altura?. La mayoría de las personas responde con quejas y lamentos constantes, contemplándose a sí mismos como víctimas de las circunstancias y de la mala vida que les ha tocado vivir. Otros simplemente no responden, para ellos no existe la responsabilidad de dirigir correctamente su vida. Espero que me leas con atención, no seas una persona mediocre, las personas de excelencia no se preocupan tanto de lo que la vida pueda darles, su misión es darle a la vida una existencia plena. Los grandes hombres y mujeres de la historia, muchas veces tuvieron que enfrentar hambre, tristeza y dolor. Incluso tuvieron que enfrentar pérdidas muy sentidas y grandes heridas, pero no se amilanaron, porque sabían que en nuestro paso por el mundo, una vida plena es la mejor renta que podemos pagar. No sin luchas, y a veces hasta obligándose a seguir en pos de sus sueños, estos seres excelentes nos legaron el mundo en el que vivimos.
Imagen de la cara norte del Mulhacen el día del accidente, al fondo la Alcazaba
Ahora mismo, en este preciso momento, somos el resultado de las experiencias que hemos vivido a lo largo de nuestra vida, más concretamente, de la actitud que hemos tomado frente a ellas. Si bien la mayoría de acontecimientos que forman parte de nuestro día a día transcurren casi sin hacer ruido, hay algunos hechos que nos marcan para siempre y dejan una huella imborrable en nuestra mente y en nuestro corazón. Ayer se cumplió un mes (30 Diciembre) de un acontecimiento que me ha marcado, física y emocionalmente, un accidente en Sierra Nevada, en la cara Norte del Mulhacen. Ese día no se daban las condiciones para su escalada, pero yo me negaba a creerlo, me había levantado a las 6 de la mañana, había recorrido 100 kilómetros en coche y 12 a pie para llegar hasta ese lugar, a los pies del Rey de las montañas Granadinas, un sitio inhóspito en completa soledad. Me encontraba a mitad del embudo que da acceso al corredor central, recuerdo como una gota se deslizó desde mi nuca hasta bajar por mi espalda, una gota helada que me recorría como un dedo las vértebras, una sensación escalofriante. Mi estado físico era buena pero por primera vez desde que subo a las montañas, me sentía inseguro, incomodo, así que me detuve para sacar de mi mochila el casco, una cuerda y un tornillo de hielo. Pero justo en esa maniobra, relajé la fuerte presión que estaba ejerciendo sobre los pies para poder introducir mínimamente los dientes sobre el duro hielo, y fue entonces cuando me deslice pendiente abajo. Aunque el tiempo de caída no llegó a los 40 segundos, en esos momentos mi percepción se ralentizó para poder procesar mejor la información, es el instinto y ocurre por naturaleza ante un gran peligro. Aún hoy cuando cierro los ojos, puedo verme y oírme rodando por esos 200 metros, intentando esquivar las rocas sobresalientes de la nieve y el ruido de mi cuerpo golpeando sobre el duro hielo.
Antes de comenzar a subir hacia el embudo que da acceso al corredor central
Cuando me detuve en la "Laguna de la Mosca", el tiempo se paró de golpe. Tengo lagunas mentales de aquellos minutos en el suelo, conseguí sentarme, recuerdo, en algún momento, saqué mi móvil de un bolsillo interno de la chaqueta y me quité el guante para llamar al 112, pero la sangre que me caía desde la cabeza, mojaba la pantalla y no me dejaba marcar, mantener la calma me decía, lo limpiaba en mis pantalones y volvía a intentarlo. Al contactar me pasaron con la Guardia Civil de Güejar-Sierra y desde allí, después de contarles mi situación, intermediaron con el helicóptero del Sereim para indicarles mi ubicación, al no poder contactar con ellos, ya que este se encontraban en otro rescate, tuve que colgar y llamar en 10 minutos. Me encontraba en una zona muy umbría y helada, empecé a sentirme débil, mi cuerpo ya no generaba energía y el frío se apoderó de el. Desde el suelo me fijé en el esplendido día que hacía, sin viento, un precioso cielo azul y las paredes de roca e hielo más hermosas de Sierra Nevada. Al alzar la vista me di cuenta de que a 100 metros los rayos del sol daban sobre la nieve, sin pensarlo me rehice y arrastrándome alcancé el lugar, al llegar noté el sol en mi cara y justo cerré los ojos, deseaba poder volver algún día a tirarme en la hierba y disfrutar de momentos como ese. Hoy me doy cuenta de lo sabio que es nuestro cuerpo humano, lo tenia destrozado pero no me dolía, en esos momentos mi vida estaba en peligro y, para mi cerebro, había otras prioridades como era la de ponerme al sol y mantenerme con ánimos.
Tercer día en el Hospital
El sufrimiento es parte ineludible de nuestro paso por el mundo si queremos avanzar y crecer. La vida nos pondrá ante desafíos donde el sufrimiento estará presente en uno o varias de las decisiones a tomar y experiencias vividas. Pero en tanto y en cuanto tengamos la fortaleza y la unidad interna necesaria podremos de alguna forma ser capaces de “mirar a los ojos” a ese sufrimiento y enfrentarlo para así entonces superarlo. Así el sufrimiento nos permite entender, detectar y valorar aún más la felicidad y el bienestar creciente que tengamos o vayamos consiguiendo. No digo que esta bien aceptar y abrazar el sufrimiento como una forma de estar constante y resignadamente en el mundo, sino de aprovecharlo cuando se presente como una herramienta de crecimiento y reflexión. Evolucionar y hacerlo para reforzar la unidad interna. Superar el dolor y el sufrimiento al que nos enfrentamos en distintas circunstancias es un potencial sentido de vida elevado. Pero nuestra vida siempre trae aparejada situaciones no elegidas que fueron vividas como sufrientes y grabadas como tal en nuestra memoria. Tanto porque las recordemos como porque las neguemos, allí están, y nos crearán condicionamientos de distintos tipos como por ejemplo temores. Resolver estas situaciones sufrientes o traumáticas es también parte de la desactivación de una serie de sufrimientos internos que pueden atentar contra las propias bases de nuestra nueva construcción aún cuando esté basada en un mejor y más elevado sentido de vida.
Hay que luchar contra el dolor, la hinchazón y los hematomas en todo el cuerpo
Aunque mi delgado y maltrecho cuerpo lleva varios accidentes a su espalda, sin duda cada vez con más fuerza lo veo todo diferente desde la cama de un hospital, las preocupaciones y trivialidades se hacen muy pequeñas y los gestos de alegría y amistad, como la sonrisa de un ser querido o la broma de un médico, toman un brillo especial y mucho más real. La vida se aprecia más, no solo por lo que sientes, si no por lo que empiezas a ver. Estoy satisfecho y contento por la vida que he llevado y por cómo he decidido vivirla, aunque no dejo de sentirme culpable por lo ocurrido. Cuando me dieron el alta, le pregunte al médico que teniendo el cuerpo como lo tenía, como no había sido otro el desenlace, el buen hombre me contestó que esa pregunta no tenía que hacérsela a él. Así que en mi memoria y en mi corazón siempre estarán los integrantes del Cuerpo de la Guardia Civil del Sereim por sacarme de allí,  todas las personas que intervinieron en el hospital, mi pareja y mi padre por acompañarme, mi cuerpo por aguantar y mi madre y abuela por protegerme.
Después de dos semanas del accidente
En estos días se ha cumplido el 73º aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz por el ejercito soviético, justo allí se encontraba alguien que con sus escritos me ha inspirado y ayudado a lo largo de mi vida. Pensando en él decidí a escribir esta entrada en el blog, aunque haya pasado a un segundo plano, espero que de aquí en adelante, tengáis presente a Viktor Emil Frankl (1905-1997), un judío austriaco que en 1941 decidió no utilizar su visado para viajar a los Estados Unidos y escapar del ejercito Nazi Alemán, el conflicto moral de abandonar a sus padres ancianos le impidió emprender el viaje que lo salvaría de lo que más tarde se conocería como el Holocausto. Así en 1941 se casó con Tilly Grosser y unos meses después, los nazis la obligaron a abortar el hijo que esperaban. En otoño de 1942, Viktor, su esposa y sus padres fueron obligados a ir al campo de concentración de Theresienstadt. Al año siguiente el padre murió de hambre, muy mermado por graves problemas respiratorios. En 1944 Viktor fue trasladado al campo de Auschwitz con su esposa, después lo separarían y él no volvió a verla. Posteriormente lo trasladaron a Kaufering y Türkheim, dos campos de concentración dependientes del de Dachau. Finalmente fue liberado por el ejercito norteamericano en 1945. Su esposa, que había sido llevada al campo de Bergen-Belsen, también alcanzó a ser liberada, sin embargo, al parecer, murió pisoteada por la multitud cuando se produjo la liberación y todos salieron en estampida. La madre de Viktor había muerto en la cámara de gas un año antes. Tras su liberación, regresó a Viena y en 1946 escribió su famoso libro "El hombre en busca de sentido", donde describe la vida del prisionero de un campo de concentración desde la perspectiva de un psiquiatra. Unos de los fragmentos más inspiradores que jamás he leído, ocurrió en el campo de exterminio de Auschwitz, la noche de Navidad de 1944 a 30 grados bajo cero, sin calefacción, descalzos y a oscuras:
“Un hombre consciente de su responsabilidad ante otro ser humano jamás tirará su vida por la borda… Si conoces el por qué de tu existencia serás capaz de soportar cualquier cómo… Es evidente que tenemos pocas posibilidades de vivir, pero ningún poder de la tierra podrá arrancarnos lo que ya hemos vivido. Os ruego que encaréis con gallardía la gravedad de nuestra situación. No podemos refugiarnos en el pasado para apaciguar los horrores del presente. Pensadlo: estamos ante un desafío ¡el desafío de sobrevivir! Podemos hacer una de estas dos cosas: convertir esta experiencia en una victoria o limitarnos a vegetar dejando de ser personas. Incluso aquí debemos subsistir al cobijo de la esperanza en el futuro. No importa que no esperemos nada de la vida. Lo que verdaderamente importa es lo que la vida espera de nosotros. No hay que avergonzarse de nuestras lágrimas, porque demuestran nuestro valor para encararnos con el sufrimiento. Olvidaos del placer. Olvidaos de la venganza. Olvidaos de la cobardía. Lo único que debemos tener presente es nuestra voluntad de sobrevivir. La voluntad es una cuestión de hecho, no una cuestión de fe. Porque nosotros no inventamos el sentido de nuestras vidas, sino que lo descubrimos. A cada uno de nosotros nos está reservado un cometido que cumplir, y todos respondemos con nuestra propia vida ante esa obligación."
La muerte solo puede causar pavor a quien no sabe llenar el tiempo que le es dado para vivir.
No es comparable nuestra vida de hoy con la época descrita en el libro por Viktor, pero sus enseñanzas siguen siendo muy reales, al igual que ese lugar que hay dentro de cada uno, donde sólo habitamos nosotros, donde nadie puede condicionarnos, ni siquiera la mas profunda de las opresiones. Dicen que cuando alguien es capaz de superar un trauma, su sistema neurobiológico se adapta y se generan nuevas conexiones cerebrales que permiten hacer aprendizajes, muchos de ellos positivos acerca de la propia persona, de los demás y del entorno. En fin, acoger el propio sufrimiento, aprender a estar presentes ante él es el único camino que permite salir de él. En la misma experiencia del sufrimiento se encuentra su salida. Os deseo de corazón lo mejor en vuestro camino por la vida, con sus altos y sus bajos, con sus momentos de salud y también en el dolor y la enfermedad. No lo dudes, es todo para hacernos más fuertes y mejores.

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