Mi Madre: Su legado antes de morir

Mi día nunca se parecerá en nada al tuyo, no importa lo mucho que lo intente o los años que pasen. Algunos días trato de fingir que es un día en el que puedo llamarla, pero elijo no llamarla en su lugar. Algunos días simplemente tecleo el número de teléfono 952552565, pero cuelgo rápidamente por miedo a la respuesta. Algunos días alzo la voz y me digo que con hablarle en voz alta y mirar hacia el cielo es suficiente. Algunos días le digo al dolor que no necesito escuchar su voz porque sus palabras están grabadas en mi corazón. Sin embargo, la mayoría de los días la realidad es que eso no es lo suficientemente bueno y nunca lo será. Perdí a mi madre por un tumor cerebral a la edad de trece años. Tengo algunos recuerdos de ella, pero no muchos, a medida que pasa el tiempo y me olvido de las pequeñas cosas, me aterroriza cuánto más puedo olvidar. Los más claros son de cuando ella ya no se encontraba bien. Recuerdo haberla visitado en el hospital y parecía que era muy feliz, o cuando le daban el alta y le dábamos la bienvenida en casa, no puedo olvidar su sonrisa cuando se puso por primera vez una peluca. Con cada palabra que escribo me doy cuenta de que estaba siendo fuerte por nosotros. Ahora como padre, no me puedo imaginar el sentimiento de mirar a los ojos a tus hijos sabiendo que tendrás que dejarlos atrás y saber que ellos tendrán que lidiar y crecer con esa pérdida. El instinto de unos padres es proteger a sus hijos, por lo que pensar en mi madre en esa posición me rompe el corazón. Es una locura para mí cómo han pasado tantos años desde que mi madre murió, sin embargo, de vez en cuando, la idea de que sigue viva cruza por mi mente. Tal vez sea porque la he mantenido tan cerca de mí todos estos años. Tal vez sea porque hablo de ella con tanta frecuencia y sigo intentando que forme parte de mi vida diaria. No estoy seguro de que la sensación de querer contarle a mi madre sobre mis logros y derrotas desaparezca alguna vez. No estoy seguro de que alguna vez llegue a un lugar donde no desee que mi madre estuviera allí para ser parte de la vida diaria. Pero tampoco estoy seguro de querer eso. Para mí, eso significaría olvidarla. Eso significaría olvidar su lucha, su esfuerzo y el apoyo que desempeñó en mi vida.
Cada fase de la vida desde que murió mi madre me ha traído diferentes momentos repletos de luchas, alegrías, sufrimiento y variedades emocionales. Comprendí que el duelo duraría toda la vida y era complicado; sin embargo, definitivamente subestimé las formas en que cambia con el paso del tiempo. La semana después de su muerte es borrosa para mí. No recuerdo comer, bañarme, vestirme o cómo me trasladaba de un lugar a otro. Recuerdo los primeros años como un modo de supervivencia. No estaba seguro de cómo iba a pasar cada día hasta que ese día había pasado y estaba en el siguiente. Fue descubrir quién era yo y en qué se convertiría mi vida durante esta horrible nueva normalidad. Algunos días fueron más difíciles que otros y algunos ni siquiera se sentían reales, me sentía todo menos vivo. Sobreviví, y sigo aquí. La muerte de mi madre no fue una sorpresa, había estado luchando contra un tumor cerebral durante un par de años, simplemente no estaba listo para ello. Tampoco impidió que el mundo girara a pesar de que pensé que lo haría. Ahora, a medida que han pasado todos estos años, mi dolor ha cambiado y evolucionado de maneras muy diferentes a cuando era ese niño que intentaba navegar por un mundo sin su madre. A medida que envejezco y veo a mis conocidos y compañeros tener relaciones adultas con sus madres, empiezo a sentir este vacío en formas para las que no estaba preparado. Pasé tanto tiempo tratando de descubrir cómo vivir la vida sin una madre que no entendía cómo se sentiría realmente a medida que pasaban los años y mi madre nunca regresaba. Ahora que soy padre, el duelo toma una forma diferente. No solo me duele por mí, sino por mi hijo. Nunca llegará a conocer a esta increíble mujer llamada Amparo. Y no, no todas las personas son iguales, siento decirte esto, y me duele, pero hay vidas que valen más que otras, pues hay personas que han configurado su biografía a base de lucha, nobleza y humildad. Aportando mucho valor a las personas que la rodean. Y citando a Mark Twain, los dos días más importantes de tu vida son el día en que naciste y el día en que descubres para qué.
A consecuencia de la enfermedad de mi madre, tuve poca vigilancia y ocupaciones responsables en mi día a día, como niño adolescente inquieto, me proporcionó mucho tiempo libre, esto se traducía en actividades deportivas no bien vistas para mi edad. Siempre me había apasionado el ciclismo de pequeño, así que siendo infantil (13 años) empecé a practicarlo con regularidad y seriedad, era una buena forma de expresarme y soltar la rabia que contenía. Tengo que agradecerle con gran ímpetu a Sebastián "el zapatero", creador del club ciclista de Algarrobo, que me prestó durante mucho tiempo una bicicleta de carreteras de la marca "corbetta". Siempre tendrás mi admiración, gracias por tanto. Comencé con una bicicleta de montaña vieja, mi constancia y determinación por las carreteras hizo que personas como "El Amolao", "El Nino", "El Moyano", "El Lobo" y muchos más, todos mayores que yo, se acercaran para ofrecerme su compañía para continuar pedaleando y además para aceptarme en el club ciclista. Gracias a la bicicleta hice una nueva familia, o lo más parecido a una. Gracias a la bicicleta, pude tener una gran adolescencia, llena de desafíos, respeto, valores y referentes que me abrazaron. Una vecina de Algarrobo tenía un cortijo en el cruce de Árchez, la carretera que sube hacia Cómpeta desde Algarrobo. Una ruta que realizaba semanalmente, sólo o en compañía. Lo recuerdo como si fuera ayer, tenía trece años, entrando en casa de mi abuela, donde yo vivía, mis tías me estaban esperando a que llegara, mi madre que por entonces no podía casi hablar ni moverse, tenía parálisis en medio cuerpo a causa del tumor cerebral, sentada en el sofá, apoyada contra un lateral con cojines para no caer. Mis tías se enteraron de que yo iba en bicicleta hasta donde la vecina de Algarrobo tenía el cortijo, porque ella se lo había contado, típico en los pueblos. Pensaban que yo no tenía edad, confianza o permiso para hacerlo, ya que era una carretera con muchas curvas donde ocurrían algunos accidentes. Pero nadie se preocupó en preguntarme qué me parecía, como me sentía o qué quería. Así que con mi madre presente, intentaron que ella condenara y rechazara mi comportamiento. Cuando todos le prestaban su atención, nunca olvidaré su mirada, sus ojos fijos en mi, vi su lucha, intentó hablar pero no se entendía, lo volvió a intentar pero no salían las palabras, así que con una sonrisa de medio lado, y unos ojos brillantes comprendí sus palabras, todos lo hicieron. Me senté con la cabeza baja y me levanté con la cabeza alta, no tuve que decir nada porque mi madre lo dijo por mí, no dejaba de asentar con la cabeza, mientras me miraba. Desde aquella tarde, no hubo más prohibiciones ni reproches, su aprobación y respeto fueron mis compañeros. Aquella tarde ella ya sabía que no le quedaba mucho tiempo. Me demostró que no hay nada más importante para un hijo que saber que tiene la confianza de su ser más querido aun cuando todo está en contra. Mi vida me pertenecía y ella me la regaló. Esta es la gran enseñanza que mi madre me dejó sobre la vida antes de fallecer. Nunca pude darte las gracias, lo siento mucho, pero no era consciente de que poco después te irías. El dolor de extrañar a mi madre nunca desaparecerá, pero me di cuenta de que ella es una parte tan integral de quién soy, que en cierto modo, nunca me ha dejado realmente. Ella es una parte arraigada de mi identidad, tanto de mi futuro como de mi pasado.
¿Necesito a mi madre? En cada respiración que tomo. Pero su pérdida me dio mucho de mí mismo. Tu pérdida me hizo fuerte. Me convertí en un niño que no tiene madre. Ese es un tipo diferente de niño. Conseguí ser un joven independiente que quería hacerlo todo solo. Me alegro de hacerme fuerte, pero odio que tuve que perderte para hacerlo. Espero y rezo para que mi hijo se fortalezca. Espero y rezo para que no tengan que perder a uno de sus padres para que se vuelva así. Le daré tareas para hacerlo fuerte. No quiero dejarlo para fortalecerlo. Debe haber otra forma. La encontraré y tú encontraste como hacerlo. Todavía se me hace un nudo en la garganta del tamaño de América al pensar en la abuela excepcional que mi hijo no tendrá. Igual de malo es pensar lo contrario: el nieto excepcional que mi madre no tendrá. Todas las risas, los viajes, los abrazos, los sustos, los regalos de cumpleaños perfectamente pensados, las lecciones, las tradiciones navideñas... No tenía idea de que tenía todas estas expectativas para mi hijo y la relación con mi madre hasta que me di cuenta de que no habría ninguna. Trato de no insistir en cuánto te estás perdiendo, pero eso puede ser más fácil decirlo que hacerlo. Ojalá hubieras conocido a mi mujer y hubieras sentido en tu corazón la emoción que yo tuve al conocerla. Te lo perdiste todo, pero espero que algún día te vea y me digas que estuviste allí conmigo. Espero que me digas que pudiste ver la cara de mi hijo cuando irrumpió en este mundo. Dicen que el tiempo tiene una manera maravillosa de mostrarnos lo que realmente importa. Y en ninguna parte esto podría ser más cierto que en la paternidad. El evento que cambia la vida y da la bienvenida a un nuevo bebé al mundo no se puede comparar, pero con él viene el ajuste y la aceptación. No sabía cuánto era un pedazo de tu corazón hasta que mi hijo tomó un pedazo del mío.
Se que estás aquí.
Sé que estás mirando.
 

Comentarios

  1. El cuidado del bebé es primordial, sin importar el lugar. Con amor, paciencia y atención constante, aseguramos su bienestar y desarrollo pleno. ¡Un futuro feliz comienza con cuidados presentes!

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