Ultra Trail Bosques del Sur: Un regalo para los sentidos

No creo equivocarme mucho si comienzo este texto afirmando que el Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas es el paraíso de la biodiversidad en España e, incluso, en toda Europa. Este lugar da para mucho, por su tamaño, por su geografía, por su componente humano, por su historia, por su cultura, necesitaría una vida entera y no terminaría de conocerlo. La cultura "serrana" marca la singularidad de numerosos parajes de estas tierras, ya que a lo largo de la historia han vivido en estas serranías adaptando a ellas su forma de vida, no olvidemos que donde hubo gente quedan recuerdos, y los recuerdos encierran emociones que esperan ser revividas. Según dicen los libros se extiende por 2.099 kilómetros cuadrados, donde cada uno de ellos esconde algún tesoro, muestra de ello ha sido este fin de semana, del 25 de mayo, donde unos cientos de privilegiados hemos tenido la suerte de correr por 102 kilómetros de ellos, los cuales pertenecen a la Sierra de Cazorla. Esto ha sido posible gracias a la celebración del Ultra Trail Bosques del Sur, organizada por el Club de Montaña Alma Gaia, una carrera que es capaz de dar a cada uno lo que le pida. Lo que cada uno espere de ella. Lo que cada uno le exija. Hasta lo último. Ya sea por una u otra razón, si vienes, terminarás amando casi religiosamente a estas salvajes tierras.
La carrera sale desde la localidad de Cazorla, un municipio para perderse, adentrarse y encontrarse con la madre naturaleza. Pero además de su gran riqueza paisajista, cuanta con una gran historia artística y cultural que en esta ocasión centró mi atención sobre la iglesia Santa María, lugar donde estaba ubicada la meta y la entrega de dorsales, mágico y único. De este templo queda sólo las ruinas, que no es poco, ya que nos permite imaginar la magnificencia de la construcción. Se trata de la única iglesia en Europa que está construida sobre un río, el Cerezuelo, que a su vez contiene un precioso sendero por su orilla, perfecto para el día después de la carrera. Para esta construcción se tuvo que realizar una gran obra arquitectónica; una bóveda que canalizara el río y que a su vez, serviría para construir la plaza justo delante. Así pues, el río entra por debajo del altar mayor, la atraviesa por completo y continúa su curso bajo la plaza de Santa María, tras la cual las aguas vuelven a aparecer al aire libre por una pequeña pero bonita cascada. Se sabe que a finales del s.XVII hubo una gran tormenta, que el río arrastró tanto material que atoró el conducto subterráneo y por tanto la corriente desbordada pasó por encima arrasando la iglesia, dejando los restos que se conocen hoy en día. Por si no fuera poco, años más tarde, en la Guerra de la Independencia, pasaron por aquí las tropas napoleónicas que probablemente hicieran algún destrozo más. Recomendable contratar un guía para realizar una visita por las zonas más emblemáticas y poder revivir episodios históricos en la ciudad "adelantada".
Para entender la importancia que tienen estas carreras de montaña en los corredores, primero tienes que vivir una desde dentro, luchar, terminar, si no, olvidalo, no lo entenderás. Lo segundo, saber observar la evolución de la sociedad en los últimos años, su forma de vida. Y es que cada vez más personas van al monte buscando unas experiencias deportivas y humanas que nuestra sociedad tecnologizada no puede ofrecerles, de esta forma vuelven cargados de sensaciones y estímulos que los convierten en mejores personas, o eso quiero pensar, de lo cual toda nuestra sociedad se ve beneficiada. Los hombres y mujeres han vivido siempre en la montaña y de la montaña. En un primer momento buscaron las montañas por necesidad, como recurso económico y protector. Luego, por la innata capacidad humana de la curiosidad, querían saber que había más allá. Más tarde, para leer en la naturaleza los orígenes de la vida y conocer científicamente la vegetación, la fauna, la geología y buscar en todo ello información y nuevos medios de vida. Después vendría el legítimo placer de mirar la naturaleza, de vivir la naturaleza, de identificarse con ella, de transmutar nuestra personalidad con la de la propia tierra, de reencontrarnos con el mundo y sentirnos grandes en nuestra pequeñez. Y finalmente, lo que nos trae a esta carrera, el reto como motivación; lo que nos lleva a probar nuestra propia capacidad y encontrar el punto hasta que nuestra voluntad permite doblegar los límites físicos de la constitución humana.
Después del calvario que pasé hace 20 días para terminar la Ultra Magina Top Trail, venia con un poco de incertidumbre sobre mi rendimiento, primero porque no sabía bien si había recuperado físicamente del esfuerzo anterior o me pasaría factura con el paso de los kilómetros y segundo, quería controlar mejor el tema de la alimentación en carrera, no quería mas sustos en pleno esfuerzo. En la línea de salida, un gran ambiente auguraba un buen espectáculo, la música animaba y corredores como José Angel Fernández o Víctor Pimentel darán más valor si cabe a estos impresionantes senderos cuando escriban sus nombre con el esfuerzo que supone cada zancada dada al devorar los kilómetros. La implicación emocional de José Angel en esta carrera era máxima, autóctono de esta sierra, llevaba varias semanas hablando de la carrera, tiene el sentido de la historia, de cada piedra, rincón o grieta del recorrido y eso repercute sobre el rendimiento final. Una salida neutralizada por un pueblo repleto de gente, colorido y con fuego a su paso por la plaza de Santa María daba inicio a una fuerte subida hacia el Puerto del Gilillo de 9 kilómetros. En poco más de una hora pasé por el puerto, donde había un avituallamiento, no paré, me había tomado un gel a los 45 minutos de tomar la salida y llevaba bastante agua. Atrás quedó el iluminado pueblo de Cazorla, ya no se veía, nos dirigíamos al siguiente avituallamiento, el Collado de bajada a Gualay, donde me detuve a rellenar los bidones y coger un plátano. Siempre rodando entre los 15 primeros, a veces, cuando levantaba la cabeza, a lo lejos se veían las luces de los primeros y si miraba hacia atrás, una hilera de frontales seguían una misma dirección.


La naturaleza de este deporte es difícil, todos afrontan momentos difíciles en las carreras, por ello hay que estar preparados para soportar los que sean predecibles y estar preparados para solucionar los que no se vean venir. En la zona alta de la carrera, daba el aire, hacia mucho frío, oí como se retiraba un corredor, 7 grados marcaba un termómetro en el tercer avituallamiento, debería de haber cogido los manguitos y unos guantes, me lo dijo, ya no sirve lamentarse, hay que seguir corriendo para mantener el cuerpo caliente. En algún momento perdí el ritmo y el cuerpo se enfrió, andaba donde debería de correr, los músculos los notaba demasiado contraídos y las manos no me servían para abrir la cremallera de la mochila y coger algún gel, un par de veces pedí a algún corredor que me ayudara a cogerlos. Llegado al cuarto avituallamiento me puse el cortavientos, ayudado por los voluntarios, al cobijo, me calenté un poco, intentaba beber agua pero con lo poco que había sudado en los últimos kilómetros no tenía sed, tampoco comía mucho, lo justo, pues el ritmo había sido algo lento. Poco a poco fui entrando nuevamente en calor, parada en el quinto avituallamiento, llegó Noelia Camacho, salimos buscando la orilla del embalse Aguasnegras, donde ya se vislumbraba las primeras luces del día, y con él la bajada del Río Borosa, larga, muy larga, al principio técnica y luego sobre pista rápida. Mientras que la luz de mi frontal se iba apagando poco a poco, la luz del día cada vez se hacía más fuerte, y con ello la bajada, el Río Borosa no lo tiene fácil, para progresar se ve obligado a saltar y esquivar grandes paredes de caliza, ello nos proporciona lugares tan emblemáticos como el Salto de los Órganos, el agua que cae desde el Picón del Haza a más de 150 metros o la Cerrada de Elias, un placer para los sentidos, en esta ocasión, sólo de paso, de reojo. Hay agua por todos lados, con el agua nace la vida y con ella llego al sexto avituallamiento, en la piscifactoría, sobre las 7 de la mañana, con más de 60 kilómetros y el cuerpo algo cansado.
En este avituallamiento, el sexto, por fin me esperaba una cara conocida, la de siempre, más que una ayuda, y es que a veces nos falta un poco de lucidez mental para saber lo que tenemos que hacer al llegar, y aunque esto forma parte de un ultra y debería seguir siendo cuestión de cada uno la gestión de estos momentos, el reencuentro con ella, es inocente y especial, no material, eso se sabe al vivirlo. Era un avituallamiento donde se podía recoger una bolsa de vida, me cambio de zapatillas, de las Slab Sense Ultra a las Slab Sense 6, calcetines incluidos y me como un plato de pasta, macarrones, y es que mi predisposición a partir de ese momento era correr más fuerte, se intenta, no estaba muy contento conlo ocurrido durante la noche. Entré en el avituallamiento en el puesto 19, salí buscando la dura subida, nueva este año, tipo cortafuegos, con el objetivo de intentar meterme entre los 15 primeros. Menos de la mitad de la carrera la iba a realizar con la luz del sol, pero suficiente para poder apreciar la espectacularidad del territorio, siempre rodeado por inmensos bosques de distintos tipos de pino, el carrasco o el negral, dependiendo de la altitud en la que me encuentre. Por el avituallamiento de Arroyo Frío pasé por la posición 18, kilómetro 75, se hizo un pequeño grupo de cinco corredores, no me sentía fresco, quería tirar, pero no podía, empezaba a sentir molestias en la rodilla izquierda, por la cara externa, la carga y el daño muscular empezaba a pasar factura. Cuando no puedes se nota, lo sabes, viniste a correr, quieres correr, pero el cuerpo te pide andar, piensa, haz una tregua con él, anda para arriba y corre para abajo.
Cuando esperamos mucho de algo, es muy fácil que ese algo nos defraude, pero si esperas lo mismo que hayamos sido capaz de darle, todo es un plus y beneficios y eso se puede apreciar en las carreras. La subida desde Arroyo Frío era dura, se me hizo dura, pero dándole un esfuerzo continuo llega la recompensa, siempre llega, al igual que el final de la subida. Las bajadas me costaba más trabajo de lo previsto, incómodo, no quería forzar demasiado las articulaciones, tendones y músculos pues los notaba demasiado rígidos, quizás poco hidratados. En el avituallamiento de Vadillo Castril, kilómetro 83, me como un pedazo de bocadillo, me acompaña mi pareja, salimos juntos, quiere fotografiarme cruzando los dos arroyos por los maderos, más no podemos pedir. Y es que en las carreras sólo damos esfuerzo, como beneficio propio, para el ego, a cambio, tenemos una organización con voluntarios y personas acompañándonos en los momentos buenos y malos, capaz de realizar actos por nuestro bien y por nosotros, a veces, incluso se lo devolvemos con mala cara, así somos los corredores pero solo a veces. En el Puente de la Herrería, una construcción sencilla con arco de medio punto y realizada con piedra toba, por donde cruzamos al joven río Guadalquivir, nos juntamos con los corredores que vienen de la Maratón, esto no es siempre positivo, pierdes las perspectivas competitivas de la distancia ultra y la noción sobre el esfuerzo se altera. En solitario y a veces acompañado de corredores con bastante buen humor, no todos, alcanzo el último avituallamiento útil, la Fuente del Oso, kilómetro 89, donde el sol aprieta, esta parte no tiene sombras, la vegetación es la típica mediterránea, pido una silla y me siento unos minutos, a la sombra.
Yo pertenezco a una generación, donde la sierra de Cazorla es ese lugar donde Félix Rodríguez de la Fuente filmaba a los ciervos en una abstracta y licenciosa actividad llamada berrea. Al igual que le pasa al "amigo" Féliz, soy una persona enamorada de lo que hago, apasionado de los lugares por donde mis piernas son capaces de llevarme, la naturaleza, pienso que somos lo que hacemos, Félix Rodríguez de la Fuente era doctor pero pasó a la historia por cosas que no tienen nada que ver con ello. Los últimos kilómetros de esta carrera ya no eran para forzar, eran para disfrutar, levantar la cabeza a la altura del Castillo de la Iruela, ser positivo, alegre, como el final de cualquier cosa que hagamos con pasión. La espiritualidad, no religiosa, basada en la urdimbre de una meta me embarga, a todos, había estado durante 13 horas intentando dar lo mejor de mi y eso se merece celebrarlo, siempre, porque el mañana es incierto y la única realidad que tenemos es el ahora, el momento, único, irrepetible, como la entrada en meta bajo las ruinas de la Iglesia de Santa María. Han sido cuatro días por la comarca de Cazorla, recorriendo senderos y lugares que me han permitido, en parte, repetir los pasos de quienes construyeron y usaron esos mismos caminos, llegar a conocerlos, creando nuevas experiencias, recuerdos en mi memoria, estableciendo vínculos afectivos que siempre perduraran con este magnifico lugar.

Comentarios

  1. Podría reproducir muchas líneas de las que e leído arriba, pero sobran palabras!!!!
    Eres un grandísimo deportista pero infinitamente mejor ser humano 👏👏👏👏

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    1. Que yo pueda ser mejor persona, tú has tenido algo que ver, al igual que todos los que me he encontrado en la montaña, que no son muchos, un abrazo hermano!

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