Reflexiones: Una noche en Arthur's Seat

Hoy he estado recordando con cierta añoranza un recuerdo del pasado, siempre recordaré aquella noche del 2014 en la colina de Arthur's Seat, un volcán ya extinto desde donde se puede contemplar las maravillosas vistas de Edimburgo y The Lothians. Llegar hasta este lugar es sencillo, tan solo hay que recorrerse toda la Royal Mile hasta llegar al palacio de Holyrood y desde este caminaremos durante 5 minutos tomando la calle hacía la derecha. En cuanto estéis a los pies de la colina, hay una ruta bien marcada por una ladera con bastante desnivel. El atardecer con los tonos dorados que me dejó la luz solar desde allí fue espectacular...
En aquel lugar pude indagar qué es esencial para mí, más allá de las exigencias del entorno social, en esa soledad existencial, la que no desaparece, la que no se detiene. Es ahí cuando nos problematizamos, en el encuentro con lo propio, con lo finito, con lo real. Desconfiamos de lo que es misterio, pero no podemos hacerlo de otra manera, no podemos pretender estar en el misterio, aquel que no se cuestiona sino que se asume, que nos abarca. Es en la soledad existencial que está la consciencia de ser quienes somos, la consciencia de que somos lo que hemos decidido hacer de nosotros, la consciencia de nuestras posibilidades, la consciencia de poder ser algo diferente de lo que elegimos ser. La soledad nos arroja a una tremenda contrariedad, en la que enfrentamos todo aquello que no somos, desde un ser creído, feliz y seguro: pura ilusión. He podido comprobar como las personas prefieren estar debajo de un techo, en lo seguro, lo conocido, en vez de estar en la intemperie. Pero, ¿qué pasa en la intemperie? Esa agresiva incertidumbre de estar a expensas del mundo, no hay resguardo pues todo es cuestionado. Y creemos que el mundo nos tiene manía, lo increpamos, lo maldecimos y nos creemos destinatario de una fuerza que está en nuestra contra, que nos dice que debemos ser menos ostentosos y presumido. Es ahí en la intemperie, dónde ser lo que somos y darnos cuenta de lo que somos (y no sólo eso, sino que también darnos cuenta que nos damos cuenta) arrolla nuestras creencias, nuestro hogar, donde un simple cambio de color en el cielo nos muestra una hermosa y sublime liberad.
¿Ver amanecer o dormir? ¿Ser o no ser? ¿Ahora o después? No hay resolución de nuestros dilemas, no se resuelven de una vez para siempre… sólo hay elección ante ellos.

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