Ultra Trail Santiago-Pontones: Aún existen lugares para soñar corriendo

Cada corredor que se presenta a la salida de una carrera, la prepara y la vive de diferente forma, percibe distintas sensaciones y gestiona sus recursos como mejor sabe. Mucho se está hablando últimamente de los corredores populares, del pelotón sufridor, de la cola, de los que mantienen a las carreras, héroes tras luchar por llegar a meta antes del cierre de esta, pero poco se habla del pelotón de cabeza, no hablo de profesionales, sino de los que juegan a ser lo. Esto de la medalla para todos y la diversión por encima del sufrimiento, me parece correcto, pero mucho mejor me parece lo anterior unido a un sentimiento con el compromiso por la superación. Hay que valorar el sacrificio y trabajo que cuesta superar algo o a alguien y no olvidar que la vida es competición, y que el esfuerzo y el compromiso serán necesarios en ella. No caigamos en la dejadez, que nada enseña, en la excusa fácil y al abandono, a que da igual quedar último porque te van a dar la misma medalla que al primero. Las carreras se merecen que le demos alegría, ambiente, esfuerzo y sacrificio en la medida que cada uno pueda, que se puede y mucho.
Los minutos previos, son de nerviosismo, algunos aprovechamos para calentar, uno de ellos era Ricardo Barrera Ríos, un gran corredor que sigo por las redes sociales, el cual admiro por su filosofía de carrera, pude saludarlo y desearle lo mejor. La carrera, Ultra Trail Sierra Segura, dio comienzo a las 6 de la mañana con un tramo neutralizado, ritmo tranquilo, hasta atravesar la población de Santiago de la Espada. Una vez que se aparta el coche de la organización, en cabeza, empieza realmente la magia de este deporte. En el silencio de la noche se puede sentir el grito de los músculos reclamando más sangre, el bombeo del corazón respondiendo, mientras, los pulmones luchan por absorber hasta la última partícula de oxigeno del alrededor. Qué sentirán los tres que tengo justo delante, o el que va justo detrás, el desnivel es grande, quizás sean imaginaciones mías, cada uno lleva la procesión por dentro pero el ritmo es tan vivo que no me deja pensar con claridad. Concentrado, la noche transcurre rápida, muy rápida, siempre en solitario, como me gusta, a lo que estoy acostumbrado, sólo parando para beber un poco de líquido en el segundo avituallamiento del kilómetro 14.
Estoy en cuarta posición, me lo había gritado mi novia en un avituallamiento, sigo con el mismo ritmo, no pierdo contacto visual con los tres de cabeza, veo la luz de los frontales en la oscuridad de la noche. Justo después de pasar por el Almorchón a 1.841 metros y unos veintitantos kilómetros transcurridos de carrera me toca vivir un espectáculo visual. Me encantaría saber que mis retinas serán capaces de guardar para siempre los colores que me brinda los amaneceres, siempre en las montañas, mientras corro. Los ojos, que funcionan según la cantidad de luz que reciben, aún en modo nocturnos, el mínimo cambio de color se vuelve muy significativo. Son rojos y anaranjados por donde sale el sol, los tonos azules por el resto de cielo, el verde a mis pies, y otros muchos tonos en el ambiente que no tienen nombre porque son como las emociones. Este momento es realmente especial para el corredor, cuando las carreras diseñan un recorrido y horario, deben de intentar que este momento ocurra en las montañas, arriba, donde el horizonte se hace infinito en los ojos de quien busca la eternidad y en esta carrera así me ocurrió.
Normalmente, si quieres tener alguna posibilidad de luchar por el pódium, no te queda más remedio que ir en el grupo de cabeza o por lo menos, tenerlo a pocos minutos, y eso significa salir dándolo todo. Es admirable ver como un corredor es capaz de aguantar un ritmo fuerte desde la salida, vivirlo en primera persona, hay corredores que no son consciente del valor que ello tiene. En esta carrera lo he visto, uno de ellos es Juanmi Berzosa Hervas, ganador de numerosas carreras de prestigio, un corredor de mucho nivel que llegaba tocado de un tobillo y aún así, salió a ganar. Cuando lo adelanté, muy perjudicado, estuve unos metros a su lado, le pregunté que porque había venido, sabiendo que no se encontraba bien del tobillo, y me contestó, que estaba enamorado de esta sierra y no podía faltar. Continué con mi ritmo, en solitario, sentí pena, pero al darme cuenta que me colocaba en tercera posición me alegré bastante, lo siento por Juanmi, grande, pero así son las carreras y él seguro que lo saber mejor que nadie.
Hay muchos tramos a media ladera donde te obliga a forzar muchos los tobillos para correr, los míos no están muy fortalecidos, pienso, hubiese sido mejor traer los bastones. Pasado el kilómetro 30, de camino a los Centenares, me alcanzó un corredor, no era uno cualquiera, era Miguel Ángel Blázquez, el ganador de la edición pasada, según me contó, las noches no le sientan nada bien, pero cuando el sol empieza a brillar, su ritmo es firme y constante como la fortaleza que transmite al correr. Estuvimos unos kilómetros juntos, pero decidí aflojar el ritmo, quedaba mucha carrera y realmente no sabía si estaba preparado para ella, no hace muchos meses del accidente, inscribirme en esta prueba era una forma de volver a entrenar, a competir. Así que en la subida al collado de Peña Amusgo, me vuelvo a quedar en solitario, ésta Peña es realmente espectacular, la había divisado en la lejanía y me parecía imponente, la dejamos a la izquierda, junto al Embalse del Tranco para continuar con el ascenso. De camino al Collado Toladillo, me encontré con un avituallamiento, un sendero estrecho, empinado, junto al lado de una fuente de agua y abrevadero al mismo tiempo. El avituallamiento era de líquido y algo de embutido de la tierra, jamón y queso de calidad, lo habían subido en mulas, gente maja y agradable, se agradece.
El sol comenzaba a apretar más de lo previsto, las pistas de tierra sin nada de sombra empezaban a restar, nada que ver con las horas temprana de la mañana. Realmente no podía aspirar a más, los compañeros de cabeza, eran realmente fuertes, superiores, mi objetivo era permanecer entre los cinco primeros y esperar el fallo de alguno. En poco más de 5 horas realicé los 51 kilómetros que separa a Santiago de la Espada de Pontones y unos 5 minutos de retraso con el trío de cabeza, me enteré que Miguel Ángel había alcanzado a los dos que iban en cabeza, pensé, quizás tendría que haberlo seguido. Y así, con dudas, llegué al avituallamiento de Pontones, abarrotado de publico, un gran ambiente, ya que la modalidad "Long" iba a comenzar en poco tiempo. La fatiga muscular empezaba a notarla, de verdad, es aquí la importancia de sentirse acompañado en carrera, al principio, durante y al final, ya sea por tu pareja, familia o amigos. Las palabras y abrazos de ánimos son como analgésicos, pero van directo al alma, el que mueve el cuerpo cuando todo va mal y de eso me dieron a granel. Tuve mi propio avituallamiento, en un banco a la izquierda de la plaza, no me faltaba de nada, tenía poco apetito, volví a cargar los bidones con bebida energética y salí fuerte, con energía, a seguir compitiendo.
Unos kilómetros antes de llegar a la Toba, los corredores de la modalidad "Long" comenzaron a alcanzarme, con los José Manuel Flores y José Antonio Cuevas entre otros a la cabeza, corrían como verdaderas fieras. Corredores, que animan a otros corredores, algunos conocidos, saben lo que significa un empujón anímico en algunos tramos. Las carreras son largas y tenemos momentos en que nos venimos arriba, vemos correr a otros y nos animamos a seguirlos, nos encontramos bien después de un bajón, tenemos ganas de apretar, de sacar lo mejor de nosotros mismos, pero recuerda que este momento se acaba y si no lo gestionamos bien, puede llevarnos a una mayor fatiga y agotamiento. El camino hacia la Toba es increíble, un valle angosto y solitario, de los que sueñas con andar despacio, acompañado, disfrutar de cada vista, de su río, su naturaleza, de los miradores hacia lo profundo a los pasos con cuerda para no caer al fondo, así es esta zona, desconocida para mí y que conocí gracias a esta carrera.
En las carreras de larga distancia, hay bajones, todos sufren algún bajón, hasta los más fuertes, si el bajón es transitorio, comiendo y bebiendo resurgiremos, pero cuando llega una pájara de verdad es complicado darle la vuelta, y lo sabes. Yo lo tuve sobre el kilómetro 70, realmente me empecé a encontrar mal, a duras pena llegué al avituallamiento de Miller en el kilómetro 83, a 30 minutos de los primeros. En los tramos de subida, volví a echar de menos el apoyo de los bastones, mientras peor estás, más se nota, me arrepiento de no haberlos traído. Me senté, no podía levantarme, mareado y con muchas ganas de vomitar, pensé, aquí se acabo todo, tenía que hacer de tripas corazón para no llorar. Sentado, escuchaba las opiniones de otros corredores de la modalidad "Long" que habían decidido retirarse, quedaba lo más duro. El tiempo pasaba, 5, 10, 15 y 20 minutos, no mejoraba y cada vez perdía mas posiciones en la clasificación. En estos momentos hay que replantearse la carrera e intentar buscar otras motivaciones, porque ya no era posible conseguir el objetivo que inicialmente me había planteado. Yo creo que las carreras hay que hacerlas dignamente, y no me aporta nada acabar una carrera arrastras. Yo no había prevenido este malestar, esta situación, no lo había entrenado y ahora no era capaz de ayudarme afrontar estos momentos. Debemos recordar que fue lo que nos llevó a hacer esto, cuanto tiempo hemos invertido, y lo que hemos sufrido para estar aquí. Yo tuve la suerte de contar con dos personas que hicieron ese trabajo por mi, y gracias a ellos tuve la fortaleza de volver a ponerme en pie para continuar. Intenté correr, había que intentarlo, comenzaron las arcadas y los mareos, se acercaron mi novia, mi hermano y uno de la organización, al final, me acompañaron unos cientos de metros andando para asegurarse de que podía continuar.
Cada uno tenemos nuestra manera de vivir la competición y de enfrentarnos a ella, pero recuerda que los kilómetros y el desnivel son iguales para todos. En una carrera como esta todos sufren y todos luchan, algunos, se esfuerzan por quitarle un minuto al reloj, saben que no van a ganar nada, quizás suban un puesto, pero lo hacen, no se conforman, una cuestión personal, transciende más allá de terminar la prueba, son el corazón de este deporte y quieren mostrar su mejor versión al mundo. Un ejemplo de ello fue Abel Serrano Muñoz, me adelantó camino del puerto de Marchena, se puso cuarto, una subida dura, llevaba cara de sufrir, con bastones, ritmo firme, convencido de sí mismo, de que podía, nada que ver conmigo, al final, estuvo a punto de meterse entre los tres primeros. Por mi parte, los últimos diez quilómetros, a partir de la pista que se dirige hacia la Tinada, me recompuse, pude trotar, a veces, correr alegremente y sentirme de nuevo en carrera, con un dorsal, compitiendo. Esto fue en parte, una vez más, a los ánimos de algunos voluntarios y aficionados que había por la zona, gracias, yo realmente no estaba contento, se me notaba, pero todos me animaron porque iba entre los diez primeros, y eso, en una carrera de 103 kilómetros era para estarlo.
Los últimos kilómetros por el sendero Cerro de la Cruz son bastante técnico, un subir y un bajar en un par de kilómetros, algunos corredores de la modalidad "Long" sufrieron en este último tramo, lo vi, los animé, los adelanté, ya no quedaba nada. Todavía era de día cuando alcancé la meta, con fuerza y satisfacción encaré las calles del pueblo, calles repleta de público, niños queriendo chocar la mano, mayores aplaudiendo. Alcanzar la meta sabiendo que me he esforzado al máximo, me hace sentir realmente bien, no me siento culpable porque alguien más estuvo mejor que yo ese día o es más fuerte en general. El éxito está en sacar lo mejor de uno mismo, de superar los momentos difíciles durante la carrera, de vencer a tus miedos y de llegar a meta, claro que sí. De alguna manera o de otra, cuando le pones esfuerzo, sacrificio, pasión y dedicación a algo, estoy convencido que la vida, en este caso la carrera, te lo devuelve y obtienes tu recompensa. En esta ocasión, la mía fue quedar tercero de mi categoría, escuchar mi nombre por los altavoces y subir a recoger un premio acompañado de grandes corredores. Pero el mayor de los premios es ver cómo el trabajo y el esfuerzo dan sus frutos y ahora, mientras lo escribo, es cuando más lo disfruto.
Una vez terminada la carrera, es bueno detenernos y mirar atrás. Considerar los buenos resultados como logros es fuente de satisfacción, es una motivación altamente positiva para nuestro crecimiento personal. No se pueden dejar pasar estos momentos como si solo fueran lo esperado o el resultado normal, hay que celebrarlos. Así que el Sábado noche estuvimos cenando por el pueblo, muy ambientado, unos celebrando y otros entrando por meta. Nosotros estuvimos cenando pizza, los tres, subidos al carro del logro conseguido a partes iguales. De nuevo la noche la pasamos en el polideportivo, al igual que la del viernes, colchoneta y saco, no eramos los único, un campeón como Ricardo Barrera Ríos también lo hacía, agradecidos a la organización por ofrecer este servicio a los corredores y acompañantes. El Domingo era la entrega de premios, además, se disputaba dos carreras de distintas longitudes, una que salía de Santiago de la Espada y otra desde Pontones, el pueblo seguía teniendo un gran ambiente deportivo. Entre todas las competiciones que se celebraron, se había reunido un buen grupo de buenos corredores esa mañana para recoger algún trofeo, vaya nivel entre risas me decía a mi mismo. Varias personas, que no conocía, me preguntaron como estaba, me sorprendió mucho, pero al parecer hubo gente que me vio en Miller y se quedó bastante preocupada por mi estado, que puedo decir a esto, este deporte es así, grande como las montañas. De esta forma concluyó un fin de semana especial, una experiencia tremendamente gratificante y enriquecedora que nunca olvidaré, en parte gracias a los responsables, voluntarios, participantes y todo aquel que haya tenido algo que ver en la realización de este Santiago Pontones Trail Weekend.
Ojalá demos el valor que se merece dedicar tiempo a los logros de otras personas para empatizar y admirar con mayor firmeza y seguridad lo que la voluntad humana puede conseguir. Para terminar os comparto la ruta grabada en mi perfil de Strava, he creado un segmento con todo el recorrido, así, se puede comparar los tiempos de otros años y analizar la carrera.

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