Dan Osman: Homenaje 13 años que se fué.

"Al final de todo, no importa los años de vida, sino la vida de los años" Abraham Lincoln

Su físico era impresionante.
Hoy hace 13 años que murió una de las personas que me hizo mirar a la vida de otra forma, este es mi pequeño homenaje. Dan Osman vivía para los deportes de riesgo, principalmente la escalada, aunque practicaba otros deportes y actividades aledañas, casi siempre relacionadas con cuerdas y altura, y siempre con niveles de adrenalina extremos.Era un apasionado de lo que hacía. Hacía lo que le gustaba, pero sobretodo lo hacia a su manera. Como escalador era bueno, tenía un nivel alto, aunque, de haber sido solo por esa condición, no hubiera destacado como lo hizo. Si sobresalió fue por su inconmensurable capacidad mental para controlar y anular el miedo, por inventar y afrontar retos imposibles y por llegar a traspasar todos los límites por su pasión. Y lo hizo hasta el punto de convertirse en un auténtico mito. Muchos dicen que algo fallaba en su cabeza. Que hay que estar loco para arriesgar tu vida una y otra vez como él hacía. Yo pienso que, precisamente, Dan Osman era adicto a la vida, más adicto que la mayoría, y que su adicción acabó matándole, como hubiera podido hacerlo cualquier otra. Si lo analizamos fríamente, la inmensa mayoría de nosotros, ni en cincuenta de nuestras grises vidas, acumularíamos las sensaciones y experiencias que obtuvo. La sensación de libertad, que él consiguió durante sus 35 años tuvo que ser gratificante. Y esa es la cruda realidad. No se si el loco era él, o si los locos somos nosotros.

Dan Osman haciendo “la bandera” en solo integral a medio camino del primer largo de Atlantis (6c+). Así se llama ese ejercicio en gimnasia deportiva. Hacerlo puro, sin clavar el codo en el abdomen, es un ejercicio del más alto nivel, estuvo 7 segundos en esa postura.

Dan Osman
Nace en 1963 en Tahoe, descendiente de una familia de samurais. A los doce años empieza a escalar. Máx. grado encadenado.
  • 8b+ en “Slayer”, Cave Rock.
Algunos de sus solos
  • Space Walk (7a), en Tahoe, con 18 años.
  • Atlantis (6c+) en Needles, a vista.
  • Insomnia crack (6c+), en Suicide Rock, a vista.
  • Gun club (7b+), en New River Gorge.
Cascadas de hielo
  • Múltiples y veloces repeticiones, y aperturas hasta grado 6 en Middle Triple Peak.
Saltos
  • Más de 1.000 saltos en los últimos 10 años.
  • En julio de 1998 diseña el sistema de la tirolina, y realiza saltos de 225, 240, 255, 270 y 300 m en Yosemite.
  • 23 noviembre de 1998: último (y mortal) salto, 322 m.
Una tarde del verano de 1993, conduje hasta el campamento de escaladores de Needles, dentro del Parque Nacional de secuoyas de California, para encontrarme con Mike Hatchett. Mike estaba trabajando en su último vídeo de escalada, y me aseguró que se desvelarían cosas increíbles. Iba a filmar a Dan Osman, y me invitó a llevar mi cámara.
Dano, por entonces con 30 años, me saludó con un firme apretón de manos y una sonrisa franca, nada pretenciosa. Parte europeo y parte asiático, de ojos rasgados, pómulos marcados y una melena negra y lacia que me recordaba a los retratos en blanco y negro de los indios americanos. Sus rasgos y el escenario de coníferas y tiendas gastadas se mezclaron para darme la impresión de que aquel era su lugar correcto, su hogar en medio del bosque. Su reputación le precedía. Yo sabía que había realizado en solo 21 metros de “Slayer”, un 5.14 (8b+) de Cave Rock, sólo por diversión. En la conversación alrededor de la fogata aquella noche, Dano permanecía pensativo, sin apenas participar en el enjuiciamiento de otros escaladores y sus estilos. El tono calmado de su voz sólo se alteraba cuando la pasión por la escalada sacaba lo mejor de sí mismo: animadas descripciones de sus solos y de sus escaladas por aristas afiladas iban brotando de su interior como olas de un mar tranquilo. Dano tenía ritmo, armonía y una tranquila fortaleza bajo su presencia modesta.
La mañana siguiente montamos en nuestras bicis y subimos por la carretera hacia las fisuras, Dano pedaleaba en una BMX de una sola marcha, con una estructura tan grande como él, tumbando en las curvas como un niño pequeño, saliéndose y volviendo a entrar en la carretera, envuelto en una nube de polvo. 
Bici voladora
Le cogimos a los pies de una colina, había encontrado una plataforma de granito, desde donde había caído bruscamente hasta abajo. Dano vio posibilidades para un buen salto, y entusiasmado, le pidió a Mike que le filmara. Volvió a llevar su bici hasta lo alto, y desapareció al otro lado de la plataforma. Pasados unos minutos le oímos gritar desde unos 45 m a lo alto. Mike puso su ojo en el visor. Dano pasó por encima de nuestras cabezas y aterrizó nueve metros más abajo entre la hojarasca, mientras su bici se estrellaba contra un árbol. Se bamboleaba como borracho al levantarse, “¿lo cogiste?”, le preguntó a Mike, con una sonrisa en la cara.
Durante los siguientes días fui testigo de uno de los solos más elegantes y limpios que he visto nunca. Con el corazón a un ritmo tranquilo, Dano iba estudiando los agarres y subiendo luego, como si flotase. Brazos y piernas se flexionaban y estiraban con total armonía, poniendo en evidencia que reservaba mucha fuerza. Otra de las visiones que tuve de la fortaleza de Dano fue una “bandera” que realizó a unos 30 metros del suelo, en el primer largo de “Atlantis” (6c+), con todo su cuerpo nivelado en un perfecto desafío a la gravedad, con la punta de los pies estiradas y los brazos firmes. Supe meses más tarde que había realizado esta postura gimnástica con dos costillas fisuradas, resultado de su vuelo en bici del día anterior. En el tercer largo de Atlantis, unos 60 metros más arriba, Dano pareció dudar, se movía hacia arriba y hacia abajo por un diedro que finalmente superó poniéndose de espaldas. Cuando más tarde le pregunté acerca de esta sección, explicó que era la primera vez que hacía la vía.
El gran final del viaje fue una tirolina con una cuerda estática de 180 m desde The Witch hasta la aguja de Sorcerer, formaciones gemelas que se levantaban 120 m a cada lado del valle. Dano y Jeff Mac Kittrick se turnaron en correr y saltar desde Sorcerer, volando con una polea atada al arnés.
Los solos de Dano a vista no eran algo inusual. Uno de sus compañeros de escalada en los inicios, Tom Gilje, cuenta que se bajó, sudando por el calor, de la intimidante “Insomnia Crack” (6c+), en Suicide Rocks, mientras que Dano se desató en el tercer largo y, con calma, continuó subiendo a vista. A los 18 años Dano subió, también a vista, “Space walk” (7a), en Tahoe, que incluía una fina fisura en un desplome con un cruce muy técnico en la mitad. Su solo más difícil, “Gun Club” (7b+), en New River Gorge de Virginia, en 1991, le dio reputación en todo el país.
Otro memorable encuentro que tuve con Dano fue el de la repisa Long de la “Salathe”, no escalando, sino buscando un lugar desde donde filmar un salto. Cuando Dano comprobó que el sitio “no era suficientemente profundo”, decidió investigar desde la cima del Dawn Wall. Allí, probamos un par de veces atando un petate a la cuerda, pero se estrellaba contra la pared tras caer unos 120 m. Todo el mundo excepto él pensaba que el salto era demasiado peligroso, Dano cedió, sólo después de hacernos prometer que lo intentaríamos en el Rostrum. Me enteré más tarde que volvió y demostró que estábamos equivocados saltando con éxito.
Al día siguiente realizó su primer experimento, escalando en la fisura “Alien” de la pared del Rostrum, y precipitándose al vacío, con un sistema que había montado atando unas cuerdas. Voló unos 70 metros, por entonces su máximo, y el suave impacto de la cuerda le hizo darse cuenta de que había “un mundo de diversión por explorar”.
Como escalador, he visto a varios amigos dejando de lado sus pasiones por no tener financiación. Después de lo del Rostrum, le dije a Dano que sus actividades eran tan espectaculares que tendría éxito si se vendiese al mercado como hombre-acróbata. Le divirtió mi sugerencia, pero me contestó que, de momento, él seguiría realizando sus vuelos por el placer y el reto de dominar su miedo. 
Encontrar al tigre
En los años siguientes, Dano fomentó “su deporte”, y muchos de sus amigos se convirtieron en protegidos. Se habla de cientos de saltos desde puentes, la mayoría bajo la luz de la luna para evitar la denuncia de las autoridades locales. En el libro “Fall of the Phantom Lord”, Andrew Todhunter relata la vida de Dan: “Empezó a escalar a los 12 años, con el apoyo de su madre, Sharon Louise Burks, una amazona, dos veces campeona del mundo de hípica”. Su padre, Les Osman, descendiente de una familia de samurais y oficial de policía durante 21 años, le inició en diversas artes marciales como el aikido y el kung fu, cuyo fin es el cultivo de la disciplina interior y el valor. Aunque en un principio no estaba de acuerdo con los objetivos de su hijo, luego se dio cuenta que Dan estaba siguiendo el camino que él mismo le había enseñado: “En la escalada encontró algo con lo que probarse a sí mismo, encontró al tigre y no huyó”.
La mayor parte de su vida la pasó en la región del lago Tahoe, se instaló en un pequeño apartamento donde sólo se podía encontrar material de escalada y música heavy-metal. De un breve matrimonio resultó su única hija, Emma. Dano admite que en esa época escalar fue uno de los motivos de la ruptura con su mujer, pero hizo todo lo que pudo por buscar un equilibrio entre la escalada y su convivencia con Emma, de quien afirmaba era la persona más importante de su vida. Estaba dividido entre su pasión por romper sus límites y su paternal amor, hasta el punto de sufrir ataques de ansiedad. Todhunter escribió en su libro: “su máximo temor mientras escalaba y volaba al límite de su capacidad, no era el perder su vida prematuramente, sino que al hacerlo, perdería a su hija”.
Según iba ganando notoriedad por sus actividades, iba dejando más de lado su talento en carpintería y talla de piedra, y se dirigía más hacia los patrocinadores y las apariciones en las películas, en especial “Masters of Stone” le lanzó a la fama. Vi una foto suya escalando una cascada, vestido de neopreno, con unas máscara de buceo, tubo, material de hielo y, por supuesto, sin cuerda. Leí que había ganado un puesto en el equipo de The North Face, y que había abrierto un nuevo grado 6 en el Middle Triple Peak con Steve Gerberding, Kitty Calhoun y Jay Smith. Realizó numerosas vías en hielo por Tahoe, incluyendo una torre de 60 metros en su propio jardín, mediante una hábil disposición de unas fuentes. Se convirtió en una celebridad, con su largo pelo negro, era diariamente reconocido por la calle como “el escalador que sale en la tele”. 
Tirolina innovadora
Me encontré de nuevo con Dano en Yosemite en julio de 1998. Ahora con 35, su aspecto maduro contrastaba con el joven que yo recordaba. Se rio cuando le pregunté qué se sentía al ser un sex symbol, y cambió rápidamente de tema para, entusiasmado, explicarme su nuevo método de salto. La innovadora técnica incluía un montaje de una tirolina con una cuerda estática, mediante unos anclajes que incorporaban unas poleas y unos disipadores de fuerza que absorbieran el choque. Sabiendo que un nudo que conectase la cuerda de saltar con la tirolina sería una unión muy débil, no la ató, sino que hizo unos prusiks con la dinámica en la estática. Las ventajas de este sistema eran que la cuerda horizontal, a diferencia de la estructura rígida de un puente, suavizaría el golpe, y el sistema podría ser instalado creativamete en cualquier lugar, siempre que el entorno natural lo permitiese. ¿Qué mejor lugar que Yosemite?
Dano ya había colocado una tirolina de 120 m desde la cima del Rostrum hasta otro punto del cañón, el escenario perfecto para un adrenalítico vuelo. Durante el verano, un grupo de locales realizó alrededor de una centena de saltos desde aquí. El cámara Eric Perlman decía que Dano se había ganado el estatus de un “médico moderno”, dispensando grandes dosis de adrenalina. Incluso los rangers (vigilantes del parque) no pusieron objeciones al montaje, o eso decían. Lo siguiente que supe fue que estaba en la cárcel de Yosemite.
Había instalado un nuevo sistema, esta vez con una tirolina de 360 m, desde la Leaning Tower hasta Fifi Buttress, al sur. Dano estaba saltando 270 m desde la cara suroeste de la Leaning Tower, intentando subir gradualmente hasta los 330 metros. La línea de salto era una serie de cuerdas atadas por los cabos. Aunque no había nada de ilegal en el montaje, tal y como admitió Dan Horner, un investigador del Parque, a los responsables del mismo no les gustó. Las actividades de Dano se convirtieron en objeto de una investigación oculta, y fue espiado por rangers disfrazados para pillarle en alguna filmación sin permiso. Como aquello les falló, se dedicaron a registrarle y ¡bingo! encontraron algo contra él: conducía con el permiso retirado. Le arrestaron en el Camp 4 y le escoltaron hasta su furgoneta, donde los rangers descubrieron una Magnum-357 sin licencia. En el tranquilo invierno de Yosemite, eso era considerado una falta mayor. 
Paso por la cárcel de Yosemite
Durante su encarcelamiento, otro escalador fue encerrado por esconderse detrás de un árbol. Él y Kano cometieron el error de montar un espontáneo concierto de percusión en la celda. Fueron acusados de incitar a un motín en la cárcel y, como castigo, Dano fue incomunicado en una celda sin ventanas durante 12 días. Su anterior guardián de celda dijo que podía oir a Dano gritando que tenía frío y hambre y que se estaba volviendo loco. No le dejaban alimento hasta que no se dormía. Cuando fue liberado, después de que sus amigos de Tahoe lograran reunir la fianza de 25.000 dólares (aprox. 4 millones de pta), los rangers le dijeron que si no quitaba las cuerdas de la Leaning Tower en cinco días, las cortarían y las confiscarían. Pero en vez de hacer esto, Dano se fue a ver a Emma, que ya contaba 12 años. Para cuando volvió con un amigo a la Leaning Tower, las cuerdas habían estado expuestas a la intemperie durante tres semanas.
El día siguiente, un 22 de noviembre, Dano y Miles Dasher hicieron cada uno un salto de casi 300 m, siete metros más que su último récord realizado justo antes del arresto, que sumaba un total de 16 saltos con las mismas cuerdas. Dano olvidó momentaneamente sus problemas con la ley y el requerimiento de retirar el montaje. Dasher le recuerda bromeando, y satisfecho de su creación. “Mira aquella luz dorada en el Capitán”, decía Dano, mirando al este, “Ese es el futuro”. Soñaba con trasladar el montaje al muro de la “Nose”, y saltar 720 m.
El 23 de noviembre amaneció frío y gris. Los dos decidieron esperar hasta última hora del día para reducir la posibilidad de que los rangers se enteraran e impidiesen su salto. Era tarde cuando por fin Dasher se precipitó al vacío y sintió los nueve segundos de caída libre y la velocidad en su cuerpo. Una vez abajo, ató una cuerda auxiliar de 4 mm al extremo de la que había usado para saltar, y emprendió el regreso por la línea de cuerdas fijas hasta la cumbre, donde Dano esperaba.
Cuando llegó, Dano había estado inspeccionando la línea de salto y en vez de los siete metros y medio que hasta entonces habían ido progresando en cada salto, sumó esta vez 22 más. Para alargar la caída, escogió un punto diferente desde donde saltar. Una tormenta se aproximaba, y Dano sentía que ésa sería su última oportunidad de realizar un salto desde la Leaning Tower. La oscuridad y una débil lluvia comenzaban a cubrirles. Dasher percibió un cierto aire de urgencia en los preparativos, y algo de incertidumbre por su parte. Le pareció que Dano sentía una especie de amenaza. Llamó a sus amigos de Tahoe para que pudieran compartir su entusiasmo, dándoles la opción de vivir en directo lo que serían sus últimos pensamientos. Les dijo que desde su nuevo punto de lanzamiento, tendría que pasar sobre la cuerda auxiliar (una línea estática usada para recuperar la cuerda hasta la cima tras el salto) en vez de por el lado como en los saltos previos. Justo antes de lo que Dano llamaba “el momento de la elección”, el viento sopló desde el oeste. Dano dejó escapar una risa salvaje, y contó bien alto “Tres, dos, uno”, y luego gritó “¡Ya!”. Desde el otro lado del teléfono los amigos de Dano escucharon el silbido del viento cuando se aproximaba a la velocidad terminal, y después nada.

Kevin Worrall (Traducción: Eva Martos) Fuente: Ediciones Desnivel

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