Mi Abuela: Amor sin condiciones

No sé si sabré expresar porque el amor no es algo que deba plasmarse en un blog, ni siquiera es algo que deba ser guardado en el corazón. El amor necesita ser expresado, compartido y demostrado sin condiciones. Siempre, sí, siempre. A veces, me pregunto qué recordará mi hijo de mi cuando yo no esté en este mundo. Pues de esto va la entrada de hoy: de cómo mi abuela me demostró, con sus acciones, que solo el amor incondicional que hayamos dado y las obras bellas que hayamos realizado permanecerán más allá del olvido que seremos. No fue fácil para mí llegar a ese conclusión. Por desgracia, la vida me dio un golpe devastador a los 13 años; diría que fue insoportable, implacable. Pero en ese momento, estaba ella y la fuerza que le caracterizaba, la de una mujer luchadora. Se impuso en nosotros el deseo de acompañarnos y la voluntad de no dejarnos solos. Ahora le diría: Lo hiciste a la perfección, nos regalaste lo que se nos arrebató, la seguridad y el amor incondicional de una madre, la certeza de sabernos queridos para siempre sin condiciones. Gracias por quererme tal y como era, por alimentarnos, por no juzgarme ni dudar jamás de mí y de mis sentimientos. Eres la mujer más inteligente, valiente y generosa que recuerdo con claridad. Te marchaste hace muchos años y sé que estarás bien, porqué te esperan, tu así lo creías y yo también. Como aquel día, no hace falta que hablemos más para sabernos querido. Hoy escribo esto para nunca olvidar lo que hiciste. Desde entonces siempre he pensado en ti. Siempre. Me alegro por mi madre, porque estará a tu lado y eso le habrá permitido ser feliz y seguir creciendo, en tu compañía, como hice yo en este mundo.

Pongamos en situación de quien era mi abuela. Una mujer de 71 años, madre de 8 hij@s, que perdió a una hija de 33 años, que su marido se suicidó 3 meses después, que tuvo una operación de cadera 2 años después y un tumor en el pecho izquierdo que terminaron por cortárselo y por si fuera poco, con pocos recursos económicos. Una mujer que aceptó que su yerno se hiciera cargo de dos hijos pequeños, aún sabiendo que no saldría bien, pero que sabía que era lo justo. Una mujer que meses después, nos acogió y nos demostró que aunque la muerte no se puede arreglar, el amor es más fuerte de lo que la muerte lo será. Ella me mostró la definición más verdadera del amor incondicional y cómo el amor es todo lo que realmente necesitamos. Nunca se hacía pasar por la protagonista, no hubo recriminaciones, hablar mal de nadie ni reproches del pasado. Estaba ahí, observando y cuando algún familiar manifestaba algunas objeciones de nosotros, como que ya teníamos un padre, ella no dudaba en callar a quien fuera, sin vacilar. Recuerdo llegar con 17 años, a las 5 de la mañana, destrozado por dentro. Me acerqué a mi hermano y le dije, "no seas como yo". Mi abuela se despertó y me vio llorando, preguntó que pasaba, le dije que estaba perdido. Ella, con su templanza y tacto que le caracterizaba, me contestó que no era así, que me encontraba allí y eso era lo importante. A continuación, me preparó un vaso de leche calentito. No hizo falta hablar más y mi vida mejoró.

Siempre he considerado que he tenido muy mala suerte en la vida, pero desde que soy padre, veo la vida a través de los ojos de mi hijo y empiezo a comprender que no estaba en lo correcto, que realmente tuve mucha suerte. Primero porque tengo la suerte de tener un padre, que supo "dejarme ser" y "dejarme ir", que tuve una abuela que me enseño lo que es el "amor incondicional", y al escribir sobre mi madre, aun sin publicar, a comprender el "tesoro de la vida". Pienso que somos según nos trataron, nunca me trataron como una extensión más de sus cuerpos, tuve muchas facilidades para romper esa simbiosis entre mis cuidadores y yo. Ahora como padre, lo tengo claro, yo sólo soy su padre, y mi único deber es lanzar a mi hijo sano y feliz a la realización de su propia vida. Hacer estos ejercicios me ayuda a sanar, pero también a comprender que se hizo bien y que se hizo mal en mi infancia. Ahora, hagamos un ejercicio de imaginación, por un momento yo no tengo una perfecta salud mental, imaginemos que soy un número más en los estudios que dicen que mi generación (la Millennials) es la generación con más estrés y baja autoestima. E imaginemos que mi abuela, era una abuela con un trastorno del tipo narcisismo encubierto, una epidemia que cada vez crece más y de la que nadie quiere hablar porque nadie quiere enfrentarse a su padres. Seguramente, yo sería una persona que da explicaciones sin que nadie me la pida, indecisa, con cierto victimismo, con baja autoestima y siempre buscando la aprobación de alguien, y por si fuera poco, dependiente. Seguramente, por ejemplo, no hubiera cogido una mochila y viajado a Chamonix para subir el Mont Blanc y obtener una de las mejores experiencias en la montaña que pudiera imaginar, ni por supuesto, escribir en este blog, porque estaría atascado decidiendo en qué envase guardo la comida que ha sobrado en el almuerzo.

He estado profundizando en los últimos meses en el tema de criarse con una persona narcisista, he hablando con personas con experiencia en este campo, así que me voy a extenderme un poco más. El narcisismo encubierto tiende a expresarse de manera pasiva, difiere de lo que la mayoría de las personas pueden imaginar cuando escuchan "narcisismo". Aquellos con rasgos de narcisismo encubierto pueden parecer tímidos o demasiado sensibles, pero esta aparente modestia generalmente enmascara pensamientos y sentimientos totalmente contrarios. Esta forma de narcisismo puede ser más sutil y menos fácil de reconocer. En este sentido, por ejemplo una madre que tiene rasgos de narcisismo encubierto puede parecer, en la superficie, modesta y abnegada. Todo lo que hace es en beneficio de sus hijos. Pero una mirada más cuidadosa revela que no es así. La aparente cercanía de la relación puede oscurecer la realidad de la situación: el narcisista depende de su victima de una manera que no es saludable para ambas. En este caso, son las necesidades de la madre, no las de la hijo/a, las que constituyen la fuerza motriz central de la relación. Psicológicamente, no puede soportar las pérdidas que implica permitir que su hijo/a sea más independiente y autónoma. Por lo tanto, una madre narcisista, siempre intentará que su hijo/a depende emocionalmente de ella. Si la contradices,  terminará haciéndote sentir un mal hijo/a con chantajes e incluso poniendo en tu contra a los demás miembros de la familia. Como he dicho es difícil de detectar, pero si prestas atención a sus comentarios, conspiraciones y acciones diarias, verás como la suma de todas ella inclina la balanza a su favor. Cuando una persona siente una "necesidad" o un "anhelo" por su hijo, puede ser una señal de alerta de que está tomando más de lo que está dando en la relación. Si un padre siente que su hijo está "llenando" una parte de él, por ejemplo, que es su única fuente de alegría, puede ser una advertencia más de que está experimentando hambre emocional hacia su hijo. El amor es una ofrenda de aliento, apoyo y afecto. El hambre emocional proporciona justo lo contrario.

Espero que esto sea leído por un padre o una madre, PRESTA ATENCIÓN, no permitas que tu hijo/a sufra las consecuencias emocionales acarreadas por una persona narcisista, si lo haces, eres cómplice, no tiene justificación. Me gustaría que te preguntaras, por un momento, qué es lo que te gustaría que tus hijos recordaran de ti el día en que no estés. Sé que es un ejercicio duro, aquí lo hemos hecho, pero te ayudará a reflexionar. La manera en la que educamos a nuestros hijos no sólo marca su presente y su personalidad adulta, sino también, la relación que tendremos con ellos en el futuro. Es imprescindible que, para disfrutar de la infancia de nuestros hijos, y de la posterior relación mutua futura, les eduquemos de manera correcta, bajo un manto respetuoso y empático. En definitiva, si quieres un hijo emocionalmente sano: DEMUÉSTRALE AMOR SIN CONDICIONES, porque los hijos no están para juzgarlos, para buscarles las cosas negativas, están para educarlos mediante el amor. TIENES QUE ESTAR AHÍ y dejarlos ser. GRACIAS ABUELA. Que sepas  hijo, que estoy trabajando duro para poder pasar más y mejor tiempo contigo en el futuro.

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